Ser periodista es menos que ser nada si la profesión no sirve para mejorar a la gente

 Libro “Jugados. Critica a la Patria Deportista” (Fragmento del capítulo “El periodismo de fin de siglo” de este libro escrito en 1999 junto a mis entonces compañeros del equipo Competencia Diego Fucks, Hugo Alberto Lencina, Reinaldo Martínez, Guillermo Salatino, Fabiana Segovia y Walter Vargas)

 Ser periodista es menos que ser nada si la profesión no sirve para mejorar a la gente. Elevar las estructuras del pensamiento, la riqueza de las ideas, la sensibilidad, el nivel cultural, esa es su misión. Ni los educadores de la primera parte de la vida, ni la literatura, por citar dos de los más importantes exploradores y alimentos de la actividad intelectual, alcanzan a influir tan profundamente en la formación cultural. Se aceleró en las décadas finales del siglo, con el desarrollo de los medios audiovisuales, en un proceso que ya ha tenido gravísimas consecuencias. La televisión y el fútbol sumaron sus poderes, y los controles fueron tan eficaces como pudiera serlo la som­bra de los jugadores, cómplices de los movimientos, del tamaño que la posición del sol proyectara. Los fuertes intereses económicos fueron el centro del universo. Los principios rotaron, se trasladaron (…)

 No hay dueño de grandes empresas que, si por las noches cena caviar, deje de hacerlo porque uno de sus mejores empleados se murió o se fue. O decidió echarlo. Pero de la otra parte deben saber que el periodista está dispuesto a perder todos sus privilegios en aras de mantener su libertad de criterio. En cuanto la empresa detecta flaquezas, avanza, No lo puede evitar, es su karma.

 Quizás por todo esto el periodista debe crecer siempre, porque esa es su defen­sa. En cada ocasión en que se manifiesta una opinión, el empresario se siente incómo­do. El dueño de la radio detesta hacer olas. Es un señor conservador. Y, casi siempre, un hombre maduro que deplora, por haberlos padecido, los excesos de la juventud. Por eso el juicio debe tener peso, fundamento, ser inobjetable. Y claramente desinte­resado. Si alguien está sirviendo a los intereses de un contratista o dirigente por su propia conveniencia, no es merecedor de que la empresa le entregue un cheque en blanco para que haga su trabajo. Si el señor es comprable, yo ya le estoy pagando, piensa. Un periodista llamado más de una vez a dar explicaciones es un proyecto de cadáver, si ha pensado que estar vivo es ser independiente.

 Aunque parezca extraño, también la suerte juega su papel. Los sectores interme­dios suelen ser más dañinos que los grandes capos. Un gerente con temores, inseguro, que siempre se siente vigilado, es como las enfermedades que antes o después devoran al paciente. No le sirve a la empresa, pero cuando esto queda demostrado es tarde. El hombre hizo un desastre. Es cuestión de buena fortuna, según se aprende con los años, encontrar niveles gerenciales. a su modo de ver, bien plantados ante los dueños.

 Y no deja de ser una ayuda para la bienamada libertad entender que a las empresas, en el fondo de sus corazones, les molesta más una opinión muy jugada, que un pedido de aumento. Por lo que siempre es bueno dosificar esos pedidos. Al tercer pedido de mejora en el contrato pueden llegarse a enojar por las cosas que uno dijo el día anterior…