Uno de los comunicadores más creíbles del país habla de todo y de todos. Denuncia censura en La Nación, desnuda lo que dice son las mentiras de Noticias, defiende a Boudou y advierte: “Buscan aplicar la teoría de los dos demonios otra vez, pero con el periodismo”.
Víctor Hugo Morales está enojado. En el diario La Nación se niegan a publicarle un aviso en el cual promociona el contenido de su página web. “Me dicen que es una solicitada, no un aviso. ¿A ustedes les parece que esto es una solicitada?”, pregunta con su voz inconfundible, que desde hace décadas transmite emociones mejor que nadie. Pasión, alegría, congoja. O, como en este caso, enojo. Víctor Hugo tiene el don de transmitir lo que siente con la precisión de un orfebre. Adonde sea. En una cancha de fútbol, en un set de televisión o en la pequeña oficina de Radio Continental donde cada día les da forma a sus programas de radio, el medio de comunicación que lo transformó en uno de los periodistas más creíbles y confiables de la Argentina.
Decir que Víctor Hugo es uruguayo es reducir su nacionalidad a un detalle burocrático. Claro que nació en Cardona, que en su mate carga yerba Canaria y que sólo vota en la margen oriental del Río de la Plata. Pero, más allá de lo que diga el documento, Víctor Hugo es argentino. Porque siente este país como propio, lo goza y lo sufre, lo vive con intensidad, con más entusiasmo y compromiso que muchos nacidos y criados aquí. Por eso decidió, hace tiempo, dar peleas esenciales en esta patria que adoptó como propia, y viceversa: también la patria lo adoptó a él. En estos días se conoció otra prueba de ese idilio: una encuesta de Aresco Instant Research revela que seis de cada diez argentinos consideran que Víctor Hugo es uno de los periodistas más creíbles del territorio nacional. “Y eso que hace tiempo (Héctor) Magnetto y sus secuaces están haciendo una feroz campaña para degradarme, para sacarme de la cancha”, reflexiona, sin rastros de jactancia. Lo dice, en realidad, como bálsamo: “El respaldo y el cariño de la gente ayudan a sobrellevar las canalladas que debo soportar en esta batalla tan desigual”.
Al momento de esta entrevista, la última escaramuza de ese combate fue con el diario La Nación. El periodista tiene un acuerdo sencillo con ese medio: él escribe un texto semanal en el site “Cancha llena” y, como parte de la contraprestación, según comentó, el diario publica hasta tres avisos publicitarios remitidos por el periodista. Esta semana, los avisos remitidos por Víctor Hugo promocionaban su página personal. En especial, los cinco audios donde el relator dice dejar al descubierto “las mentiras de la revista Noticias”, en referencia a la nota de tapa que el semanario publicara semanas atrás. En el sitio de Víctor Hugo se puede escuchar el revelador intercambio con el profesional que hizo la nota. El audio es un boom en Internet, pero La Nación se negó a publicar el aviso con el argumento de que se trataba “de una solicitada”. Por eso Víctor Hugo se enoja: “Noticias publicitó ahí mismo una nota que pretendía desprestigiarme, y yo no puedo publicitar mi sitio donde desnudo sus mentiras. Es un claro caso de censura”.
–¿Por qué decidió grabar y publicar el intercambio con Noticias?
–Esto que hice evita el famoso “yo digo, el otro dice”; ahí está lo que uno y otro tienen para decir. Nunca hubo a mano un documento tan interesante para ver qué se dice de un lado y qué del otro cuando se discute de periodismo espontáneamente.
–¿Fue una necesidad personal o tiene que ver con la discusión de fondo respecto del periodismo en el país?
–Las dos cosas. La necesidad personal surge porque he sido atacado con una vileza que no registra antecedente y porque me parece que en esta discusión hay grandes mentirosos y víctimas. No mentirosos de un lado y del otro, como se pretende. Está empezando a desarrollarse la teoría de los demonios periodísticos según la cual Magnetto, Saguier, Fontevecchia, TN, Clarín, La Nación, Noticias y sus implacables medios tienen como contrapartida a Barone y a mí. Y así seríamos parejamente los dos demonios. Pocas veces se da una situación tan evidente de cómo se miente, de la liviandad con la que se publican cosas, de que lo único que importa es el objetivo de destruir a alguien, y ni siquiera reparan en hacerlo inteligentemente.
Víctor Hugo intenta dejar en claro que no objeta las opiniones, sino el tráfico de esas opiniones a través de la presunta información: “Una opinión puede doler depende de dónde venga, cuál es el fundamento que tiene. Pero una mentira puesta al servicio de un argumento destructivo… y en este caso hubo veinticuatro mentiras”.
–¿Como cuáles?
–Ellos dijeron en la nota que no puede ser que gane mucha guita, que gane tanto dinero con la radio. Y yo les llevé toda la documentación que entregué en la AFIP, lo que tengo declarado, mis contratos con la radio, lo que gano con la radio, que es una cifra escandalosa que prefiero no mencionar. A partir de esa falsedad sugieren que yo recibo, de pronto, de buenas a primeras, después de treinta años en la Argentina, un dinero del Gobierno. Dicen que voté a Cristina y ni siquiera voto acá, dicen que fumo y yo no fumo. Pero todo en el armado y el contexto de decir que éste es un bacán que toma la plata del Gobierno, se pone al servicio del Gobierno y que con ese dinero disfruta de la buena vida, de los pasajes en primera. Les llevé un montón de tickets de avión. Yo tengo 250 viajes mínimo a Estados Unidos, a Europa son más de 120. Tres veces viajé en primera, sin pagar nunca un ticket de primera, no lo pagaría nunca, hasta te diría que por principios. En definitiva, decidí hacer la grabación y colgarla en la web porque me interesa el tipo que me cree. A ése le quiero dar elementos y ése es el que quiero que lea la nota.
–¿Usted cree que así se dejó en evidencia un modus operandi? ¿Se puede apreciar esto en otros hechos más vinculados a la política?
–Lo de (Amado) Boudou lo entiendo, en este momento, como una forma de proceder igual. Si yo veo que la Presidenta se juega por Boudou como lo está haciendo es porque está convencida de lo que yo estoy convencido: detrás de la discusión de Boudou lo que hay es una pugna de intereses que desde el Gobierno se motorizó a favor de Ciccone y en contra de Boldt. Por intereses políticos, económicos, por lo que fuera, pero es una cuestión estrictamente política. Boudou evidentemente está limpio porque de lo contrario dentro de la actividad política no tendría cómo explicar lo que pasa. Yo aprendí una clase magistral de lo mal que a veces hacemos nuestra profesión con el caso Skanska. Creí que era un caso horrendo de corrupción, y no había nada. O aquella vez que me zarpé a hablar de los dos millones de dólares de Kirchner de una manera completamente injusta. No se puede hablar con liviandad de la corrupción. Creo que es un modus operandi jugar con verdades distantes, que no tienen ninguna relación, vincularlas, atarlo con hilitos y después tratar de forzarlo con un argumento.
–¿Y cómo impacta eso en la gente?
–Es peligrosísimo. Hay una percepción contra la que ni siquiera podés luchar, que solamente modifica el tiempo a favor del olvido o de elementos cuyo peso vayan trascendiendo de tal manera que al cabo de los años te podés recuperar.
–¿Por qué cree que usted se volvió un objetivo en este momento?
–Ni idea.
–¿Tiene que ver con su credibilidad?
–Lo que creo es que esto habla de la debilidad argumental de ellos. Si cuando vos decís, discutiendo sobre Papel Prensa: “Mirá, no existe en el mundo que dos diarios sean dueños de todo el papel” ¿Cuál es la jugada siguiente? Herir mi credibilidad, porque no podés contestarme, entonces lo que tenés que hacer es anularme como jugador, pegarme una patada y sacarme de la cancha, porque no podés pararme, por lo menos en esa jugada. Cuando discutís Ley de Medios, de posiciones dominantes contra las que yo lucho desde hace muchos años… Si no podés argumentar que es mejor que uno solo sea dueño de 300 medios, a ese jugador lo tenés que sacar de la cancha, tenés que darle una patada en donde sea. Y esto es lo que quieren, sacarme de la cancha porque en el juego ellos están débiles. Yo no sé qué fortaleza tengo, de mí no voy a hablar. Soy una persona libre que me asusto de mi libertad. Toda mi vida mi problema fue la extraordinaria libertad con la que me muevo, un tipo libre. Ellos están débiles, están flojos de papeles en todo lo que discuten, en cada uno de los temas que sacan. Están luchando por intereses, y esos intereses los convierten en absoluta y lógicamente destituyentes.
–Hace quince años, cuando se peleaba con Clarín por el tema del fútbol, muchos periodistas prestigiosos lo apoyaban. Hoy los tiene enfrente. ¿Por qué cree que se dio es cambio?
–Yo no quiero mezclarme con la pelea en el mano a mano. Yo llevo un año y medio de Bajada de línea y no apareció el rostro ni el nombre de ningún periodista. No quiero distraerme demasiado en la discusión persona por persona. Sólo ocurrió eso con Magdalena (Ruiz Guiñazú) porque su ataque fue público y hoy tengo la desgracia de que cada mañana debo cruzarme con ella en la radio. Pero prefiero no personalizar.
–¿Cómo cree que el público terminará metabolizando este histórico debate sobre la forma en la que se hace periodismo en la Argentina?
–La verdad es que no lo sé. Todavía es pronto para saberlo, porque los tipos aún pueden hace mucho daño. Mirá cómo será que salgo de la radio y miro si no están los fotógrafos esperando que me venga a saludar una chica joven para inventar cualquier cosa. Ando de acá para allá con una valija llena de papeles que demuestran de dónde sale mi dinero, cuánto gano y cómo. Su desesperación los volvió capaces de cualquier cosa para proteger sus privilegios. Pero de a poco se va dando algo bueno: cuando entro a un bar y alguien está leyendo Clarín, me dice: “Esto es lo que había”. Eso ya es un avance.
“No ando por la calle de Mahatma Ghandi”
Víctor Hugo sabe que el poder político es un actor fundamental en este engranaje de lo que él llama la teoría de los dos demonios. Es por eso que destaca que a “ellos (una buena porción de los políticos) se los devoró Clarín y se los devoró La Nación. Y la pertenencia social, la mayoría de ellos se devuelven en clase media y sobre todo en clase media alta y los devora la pertenencia social. La gran ruptura mía –si vos me decís dame un elemento en el cual hay que tener coraje para hacer lo que hago– es romper con esa pertenencia social Yo soy un tipo que va al Teatro Colón, porque me gusta; bueno, ése no es un ámbito donde sea aprobado.
–¿Qué le dicen cuando lo ven en el teatro?
–Me ha pasado cinco o seis veces que me digan cosas, las mujeres sobre todo. Es muy feo porque ahí no te podés poner a discutir. Pero pasan cosas así. Yo soy medio sordo y en la ópera veo que mi mujer que no discute ni con los hijos dice “maleducado”, y el tipo a la pasada me había dicho “vendido” y yo no lo escuché´. Pasan cosas
Y eso le produce dolor. Lo reconoce y advierte. “Me he preparado bastante, pero por supuesto que me duele. Si yo lo pesco al tipo por ahí termino a las trompadas, no sé qué pasa.
–Le duele más que una persona que no conoce le diga “vendido” o que un tipo tan poderoso como Magnetto mande a sus secuaces a tratar de sacarlo de la cancha.
–No es que te duele más, sino qué es lo más peligroso. Porque Magnetto lo que hace es crear personas que son capaces de un acto tan cobarde como cruzarte con un tipo público que está indefenso y con las manos atadas por ser público y decir una cosa completamente injusta generada por lo que lee de Magnetto. Este es el tema. Quizá lo dijo pensando que no lo iba a oír y mi mujer lo capta. Generar una situación así en ese ámbito y de una manera tan injusta, por supuesto te duele muchísimo. Y que te expongan, porque yo no soy un santo, no ando por la calle de Mahatma Gandhi. Entonces no sé qué rol jugar. Mirá el escándalo que se puede armar si lo pecho al tipo o él me pecha a mí en la discusión y nos caemos sentados ahí, dos veteranos, estúpidamente, en medio de un teatro con mil personas alrededor que salen a ver lo que pasa y eso es lo que están esperando.
Cuestión de imagen
Víctor Hugo Morales recibió la encuesta en la oficina que utiliza en Radio Continental. Allí se sorprendió al ver los resultados. Pero fue un aire fresco en su pelea con los medios poderosos. Allí, según los números, un 31,58 por ciento de los encuestados estima que es un periodista “muy bueno”, en tanto que el 32,76 por ciento sostiene que es “bueno”. Pero más sonrisas le levantó ver que tiene una imagen positiva del 63,41 por ciento y apenas un 20,72 es negativa. La encuesta, realizada a 2.600 personas, arrojó que en la Capital Federal está su punto más alto ya que mostró que un 64,4 por ciento de los encuestados tiene una imagen positiva de Víctor Hugo y un 18,8 por ciento negativa. Algunos números que rodean al cuerpo del relator.