Revista Newsweek 28/12/2011: La voz del relato

 A partir de la Ley de Medios se convirtió en el periodista más influyente de los que apoyan al Gobierno. Víctor Hugo Morales revela el costo social de su postura, explica el cambio de Kirchner y critica a Scioli y a la oposición.

Páginas 22 y 23 Revista Newsweek 28/12/2012
Por Andrés Fidanza 
 Pensemos en Cardona a fines de los ‘50: una ciudad apoteóticamente uruguaya en su paisaje bucólico, en sus formas pueblerinas y en la amabilidad de sus vecinos, empujados por los genes a la siesta y al mate amargo. Ubiquemos, en ese marco histórico, a un Víctor Hugo Morales de unos diez años, ya perfectamente engominado hacia atrás, impecable con su mochilita y sus zapatos escolares recién lustrados. Un Víctor Hugo premonitorio, digamos. En edad de crecimiento y constitución del actual señor Morales: el DJ-poeta de los relatos, el de los adjetivos interminables y las opiniones hiperbólicas, el que a la fecha camina expansivo entre el café Tortoni y los estudios de radio Continental. Pero que por aquellos días tenía miedo a un compañerito maligno que lo molestaba en el colegio. ¿Qué hizo, entonces, Víctor Huguito? Dio tres vueltas manzana antes de entrar a la escuela. Calculó los riesgos y las posibilidades. Sacó cuentas mentales y, al final, se convenció: «Pensé qué era lo peor que podía pasarme y en cuánto tenía para ganar. Así disolví el miedo», ilustra victorhugueanamente el hombre de los ojos chiquitos y la voz elocuente.Acostumbrado a narrar el mundo con imágenes, con barriletes cósmicos, el Víctor Hugo que este lunes cumplió 64 invoca al de diez para intentar explicar el quiebre político más importante en los nueve años de kirchnerismo: el que refiere a la propiedad de los medios de comunicación y, en especial, a la relación del Gobierno con el grupo Clarín, el principal holding mediático de la Argentina y la encarnación familiar de la codicia y el mal, según VH. Así fue que Néstor Kirchner, en comunión imaginaria con el botija de Cardona, «sintió que tenía mucho más poder que al principio» y de un golpe optó por la vía de la ruptura: impulsó la ley y revirtió su apoyo (porque en un principio la había avalado) a la fusión entre dos empresas clarinescas, Cablevisión y Multicanal. Y lo que fue revolucionario en la bilateral del Gobierno con Clarín (que pasó de cordial a pésima en tiempo récord) también lo fue en la valoración que Víctor Hugo tenía del kirchnerismo. «Era muy crítico de Kirchner porque lo veía cooptado por el monstruo de Clarín. No sabía que luego tendría el coraje de darles la pelea más extraordinaria de la democracia», explica.
¿Esa pelea lo reconcilió con el Gobierno?
El fútbol para todos, la Ley de Medios y la de papel prensa serán motivos de una gratitud sin límites para la sociedad y para mí, más allá de ser crítico en lo que pienso distinto, como hice toda mi vida.
¿Por ejemplo? ¿qué le critica?

La ley antiterrorista o la lentitud en sacar la ley de despenalización del aborto.

¿Por qué Kirchner cambió tanto respecto a Clarín?

Cambió cuando sintió que tenía mucho más poder que al principio. Porque siendo un peleador, sintió que le mojaban la oreja en cada exigencia. Por eso hablar de Kirchner es una cosa en el «mientras», y otra muy diferente cuando tenés la película completa.

El quiebre político, entonces, tuvo una consecuencia provechosa para el oficialismo: a la edad en que los mortales se jubilan, Víctor Hugo se consolidó como el pedagogo más influyente y masivo de una pelea contracultural. Y fue la única voz que, a diferencia de 6, 7, 8, habló a una audiencia que no estaba previamente convencida. Así, VH saltó un cerco comunicacional, que también fue la salida de su zona de confort. Se le armó una guerra fría con sus colegas de Continental, y discutió hasta la incomodidad con Magdalena Ruiz Guiñazú, mientras el entrevistado Ricardo Alfonsín invitaba a «discutirlo en privado». «Agradezco esta etapa aún con el constante riesgo de la exposición», sostiene.

¿Qué fue lo peor que le pasó desde que tomó una postura tan jugada?

Algún grito lejano, una señora que me dice algo por lo bajo, un insulto murmurado, miradas de hielo en algún sector, descalificación de algunos colegas y acusaciones falsas de los medios dominantes y sus servidores.

¿Y lo mejor?
Gente que me agradece, no sé qué, pero de una forma emocionante. La sensación es maravillosa, y el promedio fue cambiando: ahora hay mucho más de esto último.
¿Es consciente de su rol político?
Jamás pienso en la repercusión, ni en los riesgos. Lo hago con naturalidad. Hace años que en ciertos temas digo lo mismo. No me sorprendo de mis ideas ni de generar enemigos. Ni de que la gente advierta y valore que soy una persona extraordinariamente libre y que disfruto de eso.

¿Qué es el kirchnerismo?

Es la izquierda del peronismo. Perón liquidó las izquierdas como se las concibe en Uruguay y Chile. Generó por sus propios caminos la dignidad que reclamaban los de abajo. El kirchnerismo mantiene esas banderas, pero las perfila más decididamente hacia la izquierda.

¿Pero no depende en exceso de CFK? Si el sucesor presidencial fuera Daniel Scioli sería otra la historia, ¿o no?

Sí. Scioli, que ha sido leal más allá de lo que pensábamos todos, no es un hombre capaz de encarar una sola de las peleas que encararon los Kirchner. Los partidos tienen personas muy fuertes y la aparición de continuadores es difícil. Por ahora, sin Cristina hay dispersión. Teniendo a gente valiosa, no ha perfilado a ninguno capaz de nuclearlos a todos.

¿Apoyaría un intento de reforma constitucional que permitiera otra reelección?

Ése es un gran lío en mi cabeza. Un rebrote de la derecha me enferma de sólo pensarlo, pero que la izquierda no sea capaz de darse más oportunidades que las que ofrece Cristina también es difícil de aceptar.

Con la oposición tan desarticulada, ¿por dónde pasarán las nuevas fricciones de poder?

Los grandes medios serán siempre el gran adversario. Usarán a Moyano, si se deja. Son la punta de lanza de todas las aspiraciones liberales. Los únicos que tienen continuidad. Los demás vamos y venimos: Gobiernos, programas, periodistas…

Pero tampoco son infalibles. Cristina arrasó con todos los medios en contra.

Si 44 de cada 100 personas no votaron al Gobierno –al cabo de una etapa de bonanza e inclusión, más jubilados, asignación universal, criterio soberano, retorno de científicos y generoso presupuesto en educación–, entonces no fracasaron tanto.

Sobre la Ley de Medios: todavía no generó nuevos medios o voces, y hay artículos que no se aplica, más allá de los trabados judicialmente. ¿Qué cabe esperar de la ley?

La ley triunfó en generar conciencia. Pero el corazón de la ley es antimonopólico, y si no se cae la cautelar del artículo 161 (la que fija un tope de licencias por medio) habrá un inevitable desencanto. Pero el recuerdo será siempre de inmensa utilidad. Se convirtió en la primera bandera de la juventud en democracia e incomodó al poder real.

Ahora se sancionó otra ley que declara de interés público la producción del papel, ¿no hay riesgo de que se premie y se castigue con su distribución?

¿Por qué sería mejor para la democracia que el papel esté en manos de Magnetto y no en las de una comisión bicameral integrada por todos los bloques? El testimonio de todas las víctimas, el dar el papel al precio que ellos fijan y a quien ellos quieren los convierte en el azote del diablo. Bueno, son el diablo…

Satanás, nada menos, es la figura que elige Víctor Hugo para corporizar al grupo que lo indigna y excita y, de paso, para cerrar la entrevista. Pero contrariémoslo: si su principal adversario político y existencial es el diablo, quién es entonces Víctor Hugo, y cuál representa la mejor versión de sí mismo: ¿el locutor, el periodista deportivo, el analista político, el «concientizador» o el melómano? «Creo que el relator es bueno, siempre me sentí un poco artista en eso», admite.

¿Y el resto de sus facetas?

En todo lo demás, me considero tan sólo un aspirante a contribuir a un mundo mejor.