SÍNTESIS DE LA PERSONA QUE SE VA A ATACAR
Se han comentado bastante las notas enviadas por Víctor Hugo Morales desde Londres durante los Juegos Olímpicos, exteriorizando en cada línea su asombro ante esa monarquía decadente e inútil que, se quejaba, es tan bien vista por las revistas de la frivolidad. Con ironía mezcló los datos más salientes de los Juegos que dominaron la atención del mundo con el poder económico del imperialismo británico. Pasó por el parlamento viendo mucho más que la soberbia arquitectura gótica que resalta su figura en el mundo entero, una exteriorización de cómo se ven frente al resto de los países.
El Museo Británico, fue presentado en sus artículos como una clave cultural de las apropiaciones indebidas del pasado. El Partenón y el Templo de Lipkia sirvieron para que el periodista señalara los ejemplos más “evidentes” de cuánto se han robado. Consideró a Londres como el centro financiero desde el que se potencian las prácticas liberales que, según su criterio, han desquiciado la economía mundial y provocaron la crisis del presente.
LA VUELTA DE TUERCA
Lo que demostraremos ahora es que el pasado de este personaje está teñido de admiración casi bobalicona por lo que ahora llama un imperio que se ha robado al mundo y una monarquía torpe y tonta, a la que de alguna manera sostiene el resto de los países y que él apostrofa en nombre de su progresismo.
En 1975 (se adjuntan las fotos) en uno de sus primeros viajes a esa Europa contra la que despotrica –pero a la que va a cada rato–, nuestro personaje fue detectado por una delegación de uruguayos que coincidieron con él en la visita al Palacio de Buckingham.
Estela González, una maestra con destacada actuación en el Instituto de Profesores Artigas que ha trabajado en muchas ocasiones en los programas
de estudio del Ministerio de Educación, dice recordarlo muy bien. Fue el 16 de mayo de 1975, uno de esos días de otoño en la que los parques de Londres parecen encantados:
“Era nuestro segundo día en Londres y encontramos al relator con una cámara al hombro, traspirando bajo el fuerte sol de ese día. Se mostró muy cordial con nosotros y nos contó que había sido el primero en llegar. Estaba allí desde las nueve de la mañana en su afán de ser testigo del cambio de guardia de la reina…”
Allí estaba entonces nuestro hombre. El ahora crítico de la realeza, pugnando por ver muy de cerca la ceremonia de la que participan los integrantes de la guardia con sus uniformes de altos morriones y sables brillantes.
Hay una grabación de lo que entonces dijo por radio, sobre la maravillosa experiencia que había significado estar en el Palacio.
Se puede escuchar claramente cuando dice: “Amigos: hoy estuve con miles de turistas en Buckingham. Una verdadera locura frente a la estatua imponente de la Reina Victoria que fue una pieza fundamental de la historia británica…”
CONCLUSIÓN
Con aliento épico, testimonios orales y alguna foto, se puede presentar una contradicción de cualquier persona de este mundo. Cada uno de los párrafos anteriores, pueden convertirse en capítulos de un libro o de una serie de televisión.
Es probable que el recurso sea refutado por quienes aman el periodismo de verdad, para que no haya persona ética de esta profesión o alumno de la carrera que pueda avalar esta fórmula perversa, en la que la estupidez irreductible del que la escribe, su amor por el dinero o su odio político, es lo que queda más expuesto.
Claro que si esta fórmula –si se aplica a personas conocidas–, constituye un gran negocio. Si se tiene buena prensa y un llamador de atención eficaz en la presentación del producto, el dinero empieza a caer como en esas maquinitas del casino, cuando en la pantalla se juntan las tres manzanas.
Es el recurso ideal para aquellos que jamás han significado nada y pretenden dar el Gran Golpe de Suerte, esos que ignoran que el único riesgo que se asume con esta actitud, es el de no poder hablar nunca más de periodismo. Cualquier alumno de la carrera puede hacer el ejercicio.
Que es lo que más resalta de una persona y de inmediato buscar lo que contradiga a esa persona.
Víctor Hugo