Este viernes lo pase en el médico. La propensión a los cólicos nefríticos, me dejó una noche entera sin dormir. Bajan las defensas cuando las emociones son fuertes. Ir a Montevideo igualmente estaba en duda por varios factores, uno de los cuales quedo plenamente comprobado. En vez de lograr justicia, si eventualmente la causa terminaba según mis deseos, aumentaría el poder mediático de un daño ya irreversible pero encapsulado.
El pedido más importante a los abogados de Montevideo, mío y de mi abogado en Buenos Aires, que los había contactado, era la absoluta reserva, justamente por los motivos señalados. Se vio que esto no fue posible lograr.
Un preacuerdo de los abogados de ambas partes no convenció al Dr. Pierri, y se acumulaban las sugerencias de políticos amigos que desde Uruguay me señalaban lo difícil que es ganar este tipo de juicios por el valor de la libertad de expresión y lo innecesario que el mismo resultaba.
Con la preocupación a cuestas me fui al médico y el Dr. Miguel Angel Pierri comunicó que ya no sería posible viajar. Era otra «señal» -pensé-, el nuevo impedimento. La vez que iba a iniciar la demanda una tormenta me impidió viajar. Los abogados me indicaban que era el ultimo día, que no habría otra oportunidad. Sentí alivio, entonces. Pero al otro día la enviaron por correo electrónico.
Inmediatamente se supo y comenzaron los pedidos de notas.
En dos días ya apreciaba el daño que implicaría un largo proceso.
Según el Dr Pierri, la demanda es un buen trabajo de los abogados de Montevideo, pero discrepa con el acuerdo que se hizo entre los abogados de ambas partes por el hecho de que si la causa es buena no hay acuerdo que pueda superarlo. Quiero agradecer el interés de quienes aportaron sus criterios en estos días ambiguos.
Es mejor el camino de luchar para que se conozca cada palabra del Archivo Secreto de la Inteligencia de la Dictadura, que están en la página como ustedes saben, en los cuales queda claro lo que la misma pensaba de mi, su seguimiento durante once años. No hay testimonio oral (e inocuo) al cabo de 40 años, que pueda estar por encima de una verdad escrita en secreto, por los propios militares dejando constancia fehaciente de mi rol en esos tiempos. Del que me siento orgulloso, si bien hay una distancia muy grande con quienes debieron dar la vida o la dignidad de sus cuerpos.
Los cólicos terminan con la salida de la piedra o la arenilla. Uno disfruta del alivio como si hubiera nacido de nuevo. Los dolores del alma, son más perdurables. Hay que acomodarlos para el viaje, y sin dejar de dar pelea, acomodarse a su compañía. A veces más ruidosa, en ocasiones silenciosa, lo cual la hace más llevadero.
Víctor Hugo