La canallada que se cometió en Rosario alentaba a los perseguidores. La Lepra había puesto la rodilla en tierra y lo que a orilla del Paraná era fiesta, para los demás era esperanza.
El campeonato se puso más lindo todavía y esa paridad envidiable que ostenta como su atributo más evidente, se nutre de la emoción que se avizora para las últimas fechas. San Lorenzo, en la noche del sábado ya había producido un sacudón interesante que conmovió a Boedo y le enjugó las lágrimas azulgranas de la semana. Y Arsenal, su verdugo en la final de la Copa Argentina, fue a perder con Tigre la chance de azucarar todavía más aquel éxito tan merecido. Los dos partidos habían sido interesantes y sostenían la idea de que además de parejo, el fútbol argentino juega buenos partidos, de los que se dan de ida y vuelta y con bastante precisión.
A este relator le tocó River con Belgrano. Y el material que produjeron desmiente el cero a cero de un partido en que, aun más objetable que el resultado, fue el hecho de no tener goles. Dos a dos o tres a tres, vaya y pase, pero qué mentira la del tablero electrónico cuando los jugadores empezaron a saludarse. Belgrano sabe más del juego actualmente que River, pero los millonarios tienen algunos jugadores que ya los quisieran los cordobeses. Teófilo Gutiérrez, Carlos Carbonero, Jonathan Fabbro, Éder Alvarez Balanta, Manuel Lanzini, que entró en el segundo tiempo, el mismo Leonardo Ponzio y hasta Rodrigo Mora, que anda de capa caída. Un material que para el momento actual del futbol argentino es más que interesante. Pero Belgrano sabe más y si liga como este domingo, a Ricardo Zielinski no hay con que darle. El Dios del fútbol suele distraerse y se queda mirando los partidos sin impartir justicia. Así que Belgrano, envuelto en la bandera de un súbito amor por el empate, hasta pudo ganar no menos de cinco veces el partido. Su arquero fue la figura, pero en el micro del retorno, las miradas hostiles iban a la nuca de Ezequiel Maggiolo y los otros que se perdieron goles hechos. La tarde se oscureció hasta hacerse noche con River atacando y Belgrano atravesando la correntada como se cruza un río solidariamente. No hubo una sola acción en la que no quedara uno más de Belgrano por sortear. El partido daba para más y esa es la pena que quedó flotando cuando Diego Ceballos terminó el partido.
Teófilo, de sutil delantero colombiano, que acaso fue el mejor del equipo, tiró un penal por arriba del travesaño a los pocos minutos de iniciado el segundo tiempo. El público y este narrador se quedaron sin saber cuándo más podía salir de adentro mismo del partido. Porque era clavado que Belgrano salía a jugar más arriba y que los espacios aparecerían para robustecer la emoción. No pudo ser. Hacía tiempo que River no se frustraba por falta de goles. Hasta el presente lo que no tenía era juego. Pero cuando va y juega como para ser aplaudido, le aparece Blázquez, quien se comportó como un arquerazo, Teófilo falla un penal y Mora la tira afuera de frente al arco y con el portero caído.
El cronista escribe sin saber lo que habrá dicho Ramón. Pero si dijo que estaba contento con la actuación del equipo, y lástima que se perdieron tantos goles, esta vez no macaneó. A los millonarios ya no les alcanza aun si ganan todo lo que les queda, pero puede dejar una imagen más positiva para el 2014.
Si mantiene a los jugadores internacionales tiene una base de jerarquía que no abunda en el medio. Así como Belgrano se salva por lo que sabe, River puede soñar por lo que tiene. No ahora. De aquí a diciembre solo puede trabajar para los sueños del futuro. Por eso puede transitar lo que queda del año sin desesperarse.
Víctor Hugo