Una tormenta de bostezos – «Columna El Gráfico»

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 Me querés decir a qué jugamos?” Segundos antes había finalizado el partido y los hinchas, aun con el triunfo asegurado, se iban, generando apenas un murmullo. La pregunta corresponde a un hincha de River mientras iba descendiendo por la escalera en caracol delante de este periodista, dejando caer el cuerpo con el desgano que provoca una buena empapadura… para no ver nada.

“A ganar como sea”, le respondió con el mismo ánimo un interlocutor. Que redondeó la frase: “¡Qué te parece! Quedamos a tres puntos del puntero Colón.”

El primero de los hinchas de River miró a su amigo y en eso detectó la presencia del cronista que también descendía, aunque, claro, sin el fastidio que en ellos había dejado la lluvia. Además, ya por entonces, había parado de llover. “¿Por qué no le explica a este fanático?”, dijo, casi una súplica a esa altura de las circunstancias, como si un periodista, por el mero hecho de serlo estuviera en condiciones de desentrañar así nomás los méritos y reproches a señalar tras la victoria del equipo dirigido por Ramón Ángel Díaz. En esos casos, uno sonríe, como para hacerse entender a los dos amigos, que se los comprende, tanto al rezongón como al conformista.
Pero la mueca es un refugio. No hay respuesta que pueda expresarse con absoluta convicción. Por un lado es verdad que River jugó a eso de tener la pelota que, cuando se repite, cuando tocan y tocan y tocan hacia atrás, hacia los costados, con el único objetivo de tenerla y no correr riesgos de que se la quiten, es algo definitivamente aburrido, desmotivante, impropio de la historia de River.
Que ninguno de sus jugadores, que nadie de ese plantel que se sospecha es de los mejores del fútbol local, se anime a un mano a mano es un dato significativo. Probablemente, en ese juicio quizás sería justo excluir a Carbonero y a veces a Teófilo Gutiérrez, dos de los tres colombianos que juegan en el equipo. Pero que la pelota no puede estar horas alrededor del circulo central como fabricando un espacio que equipos como Arsenal, que para colmo andan de malas, no es sencillo de digerir. Así, los rendimientos individuales se van desdibujando y no hay nada ni nadie de lo que agarrarse para que la ilusión entre a la cancha. No hay motivo para ilusionarse con una  victoria o de buen fútbol, si fuera preciso juntos.
Pero, claro, también es cierto que este es un campeonato que se juega con criterio de pobre, no de millonario.Que así, contando las monedas, de nueve puntos de local sobre once, de modestos triunfos por escasos uno a cero, el equipo de Ramón está a tres unidades del puntero…
Que algunos rivales andan de copas. Que, fuera de ellos, muchos enemigos no hay a la vista. Que así, de a poquito, quién te dice…
BOSTEZOS. El espectáculo fue pobre porque, como se dijo unas líneas más arriba, tampoco el Arsenal de Alfaro aportó sino muy poco.
La jugada del penal, que no fue adentro y en la impresión de cancha, para este periodista, no fue ni siquiera infracción, terminó por decidir el resultado de un partido, en el que, si había un ganador debía ser River, por la ventaja e que hubiera sacado en unas hipotéticas tarjetas. Pero que se encaminaba a un empate, con una certeza que como la lluvia y la abulia, dominaban el Monumental. Pero esa sanción le abrió la puerta a la ejecución certera de Cavenaghi para que ganara el que lo había merecido.
Y de esta manera, el campeonato que fecha a fecha parece empezar de nuevo una y otra vez, le da a River una nueva oportunidad. Pero tiene razón el simpatizante quejoso. Porque del modo en que jugó ayer, en su cancha, ante su gente, frente a un rival que venía de perder frente a Quilmes, depende mucho más de que los otros se caigan a pedazos que lo que hagan los propios jugadores.
A este River, como el que juega color en la ruleta, se le da una vez y otra no, depende de cómo venga la mano esa noche, de que la fortuna esté con uno o no. De la misma manera que, la estadística que a veces se rompe con tres seguidas a favor o en contra. Puede ser un acertar un pleno y seguir en la mesa. O quedarse sin nada en la mano.
Pero en la palangana del  casino del torneo argentino, está girando la bola que va a caer sobre un número en poco tiempo más.
La cuestión es no quedarse sin fichas para seguir en la mesa. Y verdaderamente, aun jugando como jugó este domingo de lluvia, River tiene todavía algunas para jugárselas…
Víctor Hugo