Tenía el manjar servido en la mesa pero debió guardarlo para mejor oportunidad

San Lorenzo le había extendido el pasaporte a la felicidad. Pero Boca no pudo superar la adversidad y no lo aprovechó. Racing lo superó en juego, en concentración y en la red. ¿Fue el vértigo de saberse a un paso de la consagración? No. El xeneize perdió la ocasión pero se fue sin defraudar. El gran día de la coronación puede tenerlo en su cancha.

El viento endemoniado de la primavera parecía empujar a los hinchas de Racing por la avenida Belgrano. Los trapitos tiritaban invitando a estacionar lejos del estadio, señal de concurrencia masiva. La fiesta se armaba entre la ansiedad de Boca potenciada por la derrota de San Lorenzo, y la malicia de Racing, soñando que le privaría a Boca de la vuelta olímpica, justamente en su estadio. Una molestia, una incomodidad que debía aventarse dentro del remolino de los huracanes que en cada esquina recibían a los hinchas presurosos.

San Lorenzo perdió contra Olimpo, como corolario de una campaña errática en el tramo final del torneo. El sol de Bahía Blanca iluminó para Boca una oportunidad que deseaba fervientemente, pero que desde la razón, pocos esperaban: este San Lorenzo de fin de campeonato, que en realidad parece ser de fin de ciclo, es en realidad un Ciclón, que apenas mueve las hojas, que sopla sin energías, que se cayó un rato antes de llegar a la meta.
Boca tenía servida por las matemáticas la chance de alzarse con la corona, dos fechas antes del final. Central mantuvo posiciones, pero su alegría pedaleaba en el aire si Boca superaba a Racing. Así que la que la única esperanza de los que no querían al xeneize campeón, era la Academia. El azul y oro tenía la mesa servida y el manjar en el plato principal. No estaba todo definido: debía plantarse y superar a Racing, uno de los mejores equipos del torneo, que no repite la coronación que logró en el torneo anterior simplemente porque en esta ocasión se dejó llevar demasiado por las intermitencias. De todas maneras es el único cercano al xeneize en la cantidad de goles y llegadas durante el campeonato. Los dos equipos de ofensiva más profunda, estaban frente a frente, en ese aire inestable y agresivo de la noche de Avellaneda.

Y Boca estuvo muy cerca de lograr su objetivo, aunque el final tan adverso pareciera indicar lo contrario. Pero no ligó. Boca jugó bien ante un Racing que estaba entonado. El local se puso en ventaja en la jugada que continuó a una atajada de Saja que el arquero racinguista puede poner en el cuadro de las mejores reacciones de su exitosa carrera: le quitó al pobre Lodeiro la chance de concretar un jugar que el uruguayo había pergeñado y estaba a punto de cerrar. Pero esa Academia del primer tiempo estuvo en frecuencia. Se puso en ventaja con un golazo y alimentó el interés y el vertido del partido. Pero Boca fue a buscar lo suyo. Y llegó al empate. Había brusco cambio de sensaciones en el partido: cuando Racing atacaba, apuntaba a creer que resolvería el encuentro. Pero cuando lo hacía Boca, la vuelta olímpica parecía extremadamente a mano. El resultado estaba abierto, en ese instante, como pocas veces.
Y hubo un momento crucial: Cata Díaz tocó la pelota con la mano, se tuvo que ir expulsado y Racing aprovechó para pasar al frente. La incógnita sobrevoló Avellaneda: ¿Boca tendría resto (tanto anímico como futbolístico), como para darlo vuelta?

Hay que entregarle respeto a Boca y reconocer que tuvo que afrontar situaciones inesperadas, aunque falló en su mayor fuerte, en la zona de definición. Pablo Pérez y Lodeiro fueron multiplicándose, tratando de suplir esa falta que provocó estar con uno menos. Pero enfrente estaba Cerro, uno de los jugadores más orientados del partido, tratando de ordenar y acomodar lo que ocurría en la zona media de su equipo. Bou tuvo una actuación arrolladora en el inicio de las jugadas pero con poca precisión.

Incluso la segundo expulsión, la de Erbes, no dejaba el regusto de cuestión definida. Racing ya no era el equipo enjundioso, preciso y generador que había sido en la primera etapa, y si bien Boca dependía más de su ánimo que de su fútbol escuálido, nadie podía descartar una hazaña, tan propia de esa camiseta.
Pero todo lo que podía salirle mal a Boca, así le salió. Logró mantener la ilusión hasta último momento. Tuvo que afrontar un panorama complejo, en el que se quedó con dos menos, pero de todas maneras buscó. El tercer gol de Racing, el de Saja, fue el que terminó de apagar la esperanza de Boca de cambiar el desarrollo. En ese momento se decretó la victoria académica, pero recién ocurrió sobre el final.
Hasta la fecha que viene, que será luego de las elecciones generales, Boca perdió la oportunidad, pero se fue sin defraudar. No era fácil. Y al final el destino se inclinó todo para el lado de la Academia. Pero Boca sigue intacto en su ilusión de campeón y Racing sigue soñando con pelear en la Liguilla.