Se dice de Boca…

  Boca es como aquel tango de Tita Merello “Se dice de mí”, porque se le critica, se le apostrofa y se le adjudica un juego inconvincente pero siempre gana y, casi siempre, se va feliz. Otra vez lo que ocurrió fue eso. Al margen de haber tenido 20 o 30 minutos muy lúcidos sobre el final, cuando se inspiró Riquelme y aparecieron algunos espacios que no había ofrecido Newell’s antes, Boca pudo lucir un poco mejor que los últimos encuentros al cabo de los otros 70 u 80 minutos restantes. Pero en líneas generales hay que admitir que lo de Boca fue previsible, equilibrado, lógico y de escasa toma de riesgos. Como siempre.

  Boca fue, en el primer tiempo, el que tuvo la pelota. En posesión seguramente estuvo arriba un 70 a 30 con respecto a su rival. Eso sobre todo le dio crédito para aceptar que el primer gol –si bien fue un regalo de la defensa de Newell’s, que se adelantó a destiempo y dejó a Cvitanich perfectamente habilitado para convertir– fue también un premio a esa persistencia de Boca para tener la pelota. Nunca con muchos toques, ni de manera continuada ni mucho menos con profundidad, salvo algún estiletazo de Riquelme; pero siempre con oficio, con paciencia, con trabajo, sin dejar margen para la contra. El plan de Newell’s era justamente ese: dejarlo venir con la pelota, porque sabe que Boca no es nada del otro mundo en la creación, y entonces salir de contraataque con tres o cuatro –a veces cinco– futbolistas y sorprender al Xeneize. El plan era perfecto pero también hay que tener jugadores para llevarlo a cabo, y la modestia de este momento de Newell’s quedó evidenciada. No solamente porque Boca, sin hacer gran cosa, era bastante más, sino porque las pocas veces que intentaba ese ataque, moría mucho antes de la orilla. La única vez que llegó en profundidad tuvo la mala suerte de que el línea, que marcaba su ataque, se equivocó y marcó un offside que evitó lo que pudo haber sido su gol.
  El primer tiempo tuvo entonces un resultado lógico. Indiscutible. En el segundo, aunque Boca tuvo un pequeño tramo en el que le dio la pelota al rival como cambiando de aire, en líneas generales el partido no tuvo para nada variantes con relación al desarrollo de la primera mitad. Riquelme empezó a ser “El artista”. El artista habitual, jugando un poco con el nombre de la película que presumíamos pudo haber ganado el Oscar un rato después de que Boca se llevara la victoria en su partido. Acompañamos a Riquelme en el relato del segundo gol. Lo acompañamos en un tiro libre, en el que todos pensaron –incluido Peratta y quien firma esta nota– que iría al ángulo superior derecho, porque el arquero lo ofreció para que Riquelme se engolosinara y dirigiera allí la pelota. Riquelme no aceptó el convite de Peratta, que fue a buscar el tiro previsible al ángulo arriba, y la puso abajo a la izquierda, es decir del otro lado. De esa manera, casi sencilla como se contó el partido, Boca se alzó con los tres puntos y llegó, hasta que esta noche juegue Lanús, a lo más alto del campeonato con Vélez, Tigre y All Boys. Un pequeño pelotón que seguramente se va a ir desintegrando y en el que, lo que uno presume, Boca vaya haciendo una diferencia a su favor. Porque si bien no luce, si bien canta el tanto “Se dice de mí”, Boca terminó diciendo que persisten, que se mantienen, las diferencias con el resto de los equipos que se exhibió en el torneo anterior. El que lo tuvo campeón.
Víctor Hugo