El abrazo apretado de los jugadores de San Lorenzo y los muchachos de Vélez dejando el campo con la dignidad intacta, cerraron una tarde inolvidable para la pasión futbolera.
San Lorenzo de Almagro fue un legítimo campeón, tanto como lo hubieran sido los otros tres rivales con los que estuvo compitiendo durante 90 minutos para acceder a esta vuelta olímpica sin vuelta en la cancha de Vélez. Porque el futbol argentino que nos transmite alegrías como esta final extraordinaria de campeonato único en el mundo, nos provoca también la tristeza de que haya equipos que no puedan festejar como se debe en el escenario donde se coronan campeones.
San Lorenzo lo hizo desde el sufrimiento, el ahínco, el amor propio y la fortuna necesaria para alzarse con la victoria. Porque todo eso tuvo que tener el Ciclón. Podrán decir y murmurar que resistió al final con muchísima fortuna en el tiro en el caño de Allione o en la atajada descomunal de Torrico, quizás la atajada que por sí sola puede explicar el título, porque difícilmente pueda tener en su carrera otra intervención como esa.
Podrán decir que San Lorenzo se tiró atrás, que empezó a jugar pensando en el empate en la medida en que conocía el resultado de Rosario. Y que tuvo suerte porque pareció que el partido estaba para inclinarse hacia Lanús o hacia Newell’s y finalmente terminó empatado. Y eso gravitó tanto para que pudiera ser campeón…
Pero la verdad también es que San Lorenzo cuando salió a jugar en el primer tiempo lo hizo con más decisión y fue dos veces perjudicado por el arbitraje de Néstor Pitana. El primero en un gol legítimo magníficamente concretado en una contra que manejó como un sabio Ignacio Piatti y que Correa había cambiado por gol. Una decisión inaudita en la que el árbitro no cobró la ley de la ventaja cuando la pelota simultáneamente con la caída de Piatti le quedaba a Correa. Y después, un penal, de los que el hincha exagera y dice grande como una casa, pero que esta vez en realidad pareció grande como un estadio: la falta de Tobio a Gentiletti. Tampoco fue sancionado, con lo cual hay un promedio entre los méritos de San Lorenzo para alzarse con la victoria, y los sufrimientos que padeció sobre el final cuando parecía que Vélez le iba a tirar el arco abajo.
En las sombras de la tarde noche, cuando el esfuerzo era titánico, cuando Vélez se llevaba por delante a San Lorenzo y Lanús hacía lo propio con Newell’s que respondía con réplicas extraordinarias, en una tarde de radios y de emociones en dos estadios, en dos ciudades, San Lorenzo llegó al último instante para coronarse campeón.
Hay varias cosas para resaltar. La paridad, una vez más, del fútbol argentino. La emoción del final. La buena organización que tuvieron los dos encuentros que terminaron y se jugaron simultáneamente, lo que aventó toda posibilidad de especulación. San Lorenzo es el campeón, como pudo serlo cualquiera de los otros tres. Lo fue porque se ha ordenado institucionalmente y Tinelli tiene muchísimo que ver con esto. El hombre que seguramente estaba contento más que si hubiera obtenido 70 puntos de rating. Porque esto es más su vida seguramente que el rating. Se adecuó San Lorenzo a una vida institucional muy prolija, austera y creíble. Y desde allí, de la mano de un director técnico que mucho ha gravitado porque supo insuflarle al equipo su personalidad. Lo encontró teniendo que meter mano en la integración y con un plantel que todavía tiene mucho más para dar de lo que ha podido hasta ahora.
San Lorenzo consiguió como si fuese una repetición periódica e inexorable un nuevo campeonato. Y esto va dicho porque San Lorenzo fue campeón en 1995, 2001, 2007 y ahora en el 2013. En una reiteración de cada seis años que parecía también jugar a favor de la definición que tuvo el campeonato. Vale la pena remarcar que una vez más, los cuatro equipos que sacaron ventaja son los que institucionalmente funcionan como se debe. Podrán tener algunos problemas, pero es indudable que ahora se ha sumado a la lista a la que se había incorporado hace unos años Newell’s y que encabezan en credibilidad como institución Lanús y Vélez. Es muy bueno que el campeonato pueda ser resuelto por estos equipos. Ya vendrá el tiempo de hacer un balance en el cual seguramente por una jerarquía de juego, a ninguno se le puede llamar, ni siquiera a San Lorenzo, un gran campeón. Lo que el fútbol argentino tiene es un buen campeón de un torneo que ha superado el promedio mediocre de otros torneos y que parece ser, con lo puesto, con lo que tiene hoy en día el fútbol argentino, ser capaz de seguir alimentando los sueños y las ilusiones de los hinchas de muchos equipos.
Víctor Hugo