¿Desde que góndola se pateará el primer penal en el Nuevo Nuevo Gasómetro?

Lo sabrá el genial cuervo que era Osvaldo Soriano, allá arriba, también incrédulo de lo que su amado club consiguió en estos días de tanta alegría y nostalgia para el Ciclón? ¿Cuál será el pasillo, entre los aceites y los quesos, acaso, por el que irá un émulo del Pipi Romagnoli? Donde se encuentran por ahora las cajas para pagar las compras, ¿estará uno de los arcos?

Este cronista entrevistó varias veces durante todos estos años a Adolfo Res, uno de los integrantes de la Subcomisión del Hincha de San Lorenzo y siempre lo hizo desde la ternura que esos «ingenuos» le provocaban:

¡Querían volver al Viejo Gasómetro!

Por eso, verlos por estas horas celebrar con los dirigentes, promueve un respeto anticipado para cualquier locura que se pueda detectar. Detrás puede haber una utopía que deje de serlo. Nada menos. San Lorenzo de Almagro retornará al estadio que le dio fisonomía a un barrio y a la propia ciudad, porque estaba metido en cada baldosa en cada centímetro de donde volverá a escucharse muy pronto el «sanlorenzoqueriiiidoooo…»

Parece una historia salida de un cuento de Soriano. Pero es así de real. Durante estos días, lo sabe perfectamente el lector, se concretó el acuerdo que reglamentará la devolución bastante rápida del predio donde funciona el supermercado Carrefour. Es cierto que sobre el final, casi en el momento de tomar las lapiceras para estampar las firmas en el convenio primario, y como para darle un poco más de suspenso a la resolución de la historia, hubo una movida que tuvo que ver con el dólar y con su devaluación… Y suena lógico que así haya sucedido: como todos los casos que tiene que ver con los precios, los franceses pensaron que había que remarcar (al fin de cuentas es un supermercado, y esa es una de sus especialidades) el valor definitivo del predio que ocupan fraudulentamente, aunque se sabe que el fraude no lo cometieron ellos. En realidad, no exactamente.

Pero, concretamente, allí estaban mientras esos locos de Adolfo Res, con energía, obstinación y mucho amor, armaban marchitas, marchas, grandes concentraciones, en esquinas, en manzanas, en cada una de las plazas de Boedo y también del centro de la ciudad. Como canta Alfredo Zitarrosa, crecieron desde el pie, desde la nada, desde una locura de enamorados que se enamoran de los imposibles porque lo demás es fácil en la vida. De lo que se puede, cualquiera se hace cargo.

Entonces, en el preciso momento en que los dirigentes de San Lorenzo hicieron el anuncio, este periodista sintió unas irrefrenables ganas de pedirles disculpas, y de alguna forma lo hizo. Lo hizo, porque en el fondo, nunca les creyó… Y a pesar de ello, era simpático reportearlos. Resultaba folklórico, muy admirable su entrega a la causa, por cierto. Pero nunca los vio con el respeto que los soñadores merecen. Y que estos soñadores en particular, verdaderamente justificaron con los hechos, tan breve tiempo después.

Hasta Mauricio Macri se mancó y solamente recogió el barrilete porque Marcelo Hugo Tinelli, en su momento, le pegó un buen reto, cuando dijo que no veía chances de que ocurriese finalmente lo que se convirtió en una realidad palpable en pocos años.

Uno cree que ya no estará relatando, pero, por ahí, quién le dice, como una excepción, casi como un acto impulsado por la nostalgia y por las lágrimas, finalmente pide prestado un fierro y relata la primera vez del resto de la vida del Santo en el estadio de nombre fácil, porque la verdad sea dicha, hasta eso le cae como un centro de Facundo, y que a la cancha del emocionadísimo retorno le pongan «Francisco Primero», parece ser de manual, teniendo en cuenta la sospecha (a esta altura de las cosas, tan absurda como era que el amigazo Res y los suyos pugnaran por la vuelta al Viejo Gasómetro) de que Dios ha estado más cerca que nunca de los Forzosos de Boedo, en los últimos años.

En fin, siempre se aprende. San Lorenzo de Almagro le ha dado al periodista que firma este artículo dos lecciones, de dos hechos en los que no creyó: que hicieran el Nuevo Gasómetro y, menos aún, que volvieran al viejo.

Pero San Lorenzo parece tener un Papa aparte.