Tiempo Argentino Lunes 20/02/2012
San Lorenzo había tenido unos días de paz antes del partido. La tormenta de Boca eyectó a los dirigentes y a Leonardo Carol Madelón del centro de la escena.
Un tifón como ese lío dentro del Xeneize, con ingredientes misteriosos, desquició a un buen sector del periodismo y los Santos disfrutaron de algunas jornadas sin la malicia revoloteando sobre las prácticas del equipo. El día pesado y caliente de ayer traía en su vientre las facturas que habían quedado en suspenso. Las tribunas del Nuevo Gasómetro eran un hervidero de comentarios y pronósticos, de ataque y defensa a los dirigentes, los de ahora y los que han estado a la entrada del túnel de los recuerdos. El culpable no aparece nunca porque se busca en las coyunturas, en lo visible. Ya se fueron los que ataron a San Lorenzo, como a otros clubes, al palenque quejumbroso de la deuda eterna. Los paños fríos, las ventosas, los chupasangre que, caminando por la espalda de Boedo, quisieron aliviar o aprovecharse de los Santos, rezan ahora para que las miradas acusadoras no se estrellen en sus ojos. Las injusticias abundan, pero el que está allí, aun pagando precios altísimos en salud y dinero, es el que se tiene a mano en el palco de autoridades o un poco más abajo en la visión oblicua, el director técnico, el que sea.
Fue sin reproches, sin embargo, que San Lorenzo cedió el gol de Estudiantes. En medio de tanta malaria parece casi natural el infortunio del arquero que pierde la pelota en el área chica y se la deja picando a los rivales. Los hinchas se dieron cuenta. Ya no eran errores o falta de voluntad lo que constaba, sino la continuidad perversa de una racha interminable de dolor. Parece un tango. La suerte que es grela, las ganas de balearse en un rincón, cerrame el ventanal… San Lorenzo estaba perdiendo por 1-0, de pura mala suerte. Y entonces la gente, en vez de clavarse puñales, decidió romper el maleficio. Y empezó a jugar de otra manera.
El graderío cinchó en la tormenta de un querer que se tradujo en salir a dar pelea, aun con lo poco que se sabe que tiene.
A la larga, esa entrega tuvo premio. Un penal, un jugador de Estudiantes que se fue expulsado y el dominio merecedor de más goles a favor en lo que quedaba del partido, le dieron a Leo Madelón un respiro… A los jugadores un cacho de confianza. Y a la gente le otorgó ínfulas de no todo está perdido. Así es el fútbol, como la vida. Un minuto. Un minuto te cambia la ecuación.
Estudiantes, con menos traumas que su rival, jugó durante todo el partido con la vieja carpeta bajo el brazo, respetó el manual, y al final, se llevó un punto que es nada para lo que viene en el torneo. Pero el resultado le pudo ser peor. Sin la Bruja Verón ni Enzo Pérez, el equipo se parece demasiado al resto y, parecerse, significa que entró en la ruleta de los fines de semana. Se gana y se pierde contra cualquiera.
Así las cosas, los dos equipos se llevaron una esperancita. San Lorenzo creyó ver al Pipi Romagnoli mejorado y los pincharratas recuperaron a Enzo Pérez. Para salir de la liviandad de las ideas expuestas, ambos jugadores pueden ser un estímulo. El resto de la historia es la ratificación de que el que esté más concentrado, el más perseverante, aun si no es el mejor, tiene bastante con eso para pelear el torneo.