El homenaje a Amadeo le entregó una cuota de magia al Monumental, que después vibró con un equipo que buscó el triunfo de todas formas y venció a un muy ordenado Rafaela con absoluto merecimiento. Quedó a un punto de Estudiantes y se enfrentan el miércoles.
La presencia grata de Amadeo Carrizo, inmenso en su tamaño y humildad, con los ojos húmedos por la caricia de tantos recuerdos, hizo un poco más tibia la primera tarde brava, casi invernal del torneo. Allí, en el borde del área del Río de la Plata, las palabras del legendario arquero promovieron los primeros grandes aplausos de una tarde que sería de las más monumentales de los últimos tiempos para el equipo Millonario. Y la figura de Carrizo dejó la impronta fundamental de la tarde: los arqueros serían, para bien o para mal, los actores más mencionados de la jornada.
ARQUEROS. Barovero tributó un homenaje de enorme valor a la figura de Amadeo, cuando evitó un gol hecho de Vera, lanzándose hacia el delantero para que la pelota le explotara en el cuerpo, ahí, en el borde del área menor. La jugada venía de un par de tiros en los palos de River, pero en esa acción, después de un taco inconmensurable del polaco Bastía, el acto más admirable del partido, la pelota venía de dar en el palo. Y fue Vera, y fue Barovero, y ganó el arquero y River empezó a cimentar una victoria difícil, pero merecida.
Los cuatro arqueros que tenían los rivales jugaron. Porque Barovero después tuvo un tirón que lo raleó del partido y Conde, que ya había sido superado por entonces en el gol de Carbonero a los nueve minutos del segundo tiempo, debió cometerle penal a Teófilo cuando el colombiano iba a mandar la pelota al arco vacío. Penal, dicho sea de paso estrellado por Cavenaghi en el palo. Por Barovero había entrado Chichizola y por Conde fue Marinelli que tuvo tiempo de homenajear a Amadeo con una pegada que hacía tiempo no se observaba en un arquero.
La gran actuación de Carbonero, en un equipo que tuvo un piso de seis puntos si de actuaciones individuales se habla, culminó con un centro-pase de novela para Teófilo que, detrás del Chino Garcé, en el vértice del área chica, la bajó de pecho y ahí nomás sacó un tiro extraordinario que Marinelli sólo vería a la noche por televisión.
DOS A CERO. Ganó River. Está bien. En el balance fue superior al buen equipo de Burruchaga. Hubo sociedades valiosas en Solari-Carbonero, Rojas-Vangioni y un gran equilibrio en Kranevitter. Jugó bien al fútbol y fue muchas veces punzante en un partido de trámite grato y movido siempre. Pasado mañana en La Plata, el equipo de Ramón dirá si de veras está para grandes cosas o la transición aún pesa. Lleva cinco o seis partidos en los que, independientemente del resultado, ha merecido aplausos y respeto de una hinchada que hace semanas empezó a soñar, a creer en las posibilidades de un equipo que ha sabido superar inconvenientes en la formación y ha mantenido un buen estilo.
LO QUE SE VIENE. Gracias a Estudiantes, que está en lo más alto, el del miércoles se convierte en un partido clave y en la promesa de otro de los buenos espectáculos que se ha podido relatar en un futbol argentino que siempre es minimizado y, sin embargo, ofrece muchos espectáculos de jerarquía como ese de ayer, que empezó con las lágrimas de Carrizo y terminó con la sonrisa de todos.
Víctor Hugo