La tarde empezó con la ovación a Palermo y terminó con la retirada gloriosa de Riquelme. La gratitud hacia el rubio goleador se hizo sentir como correspondía, apenas Martín comenzó a caminar la cancha hacia el banco de suplentes.
Entonces, quedó flotando en el aire amarillo y rápido de la Bombonera aquella famosa distancia que separaba al parecer a los grandes ídolos de épocas no tan lejanas.
Y entonces Riquelme hizo su primera jugada importante en la inspirada tarde que le aguardaba al crack xeneixe. Trotó hacia el banco de Arsenal y saludó a su antiguo compañero sepultando de entrada no más las suspicacias y las controversias estúpidas. La gente se quedó contenta desde el vamos aunque quizás un sector del periodismo fue defraudado por el gesto.
Era mejor para algunos que permaneciese latente el conflicto de antaño, pero no. Riquelme le hizo un caño, una pisada y una jopeada a la maledicencia prevista y el partido se inició sin más trámite. Y de salida se vio que Román estaba especialmente radiante, dispuesto a disfrutar de su arte y hacerlo extensivo a la gente.
Los adornos riquelmianos fueron además la razón para que la cancha se fuese inclinando hacia el notable arquero Campestrini que empezó mal, porque al minuto Erbes le hizo un gol estupendo, recibió cuatro goles, y sin embargo fue la figura de su equipo, porque evito varias caídas más.
Fluyó el partido sin dramas para el equipo de Bianchi y ni siquiera acercó sospechas el empate transitorio, evidentemente circunstancial de Etcheverría a la salida de un córner. Después se hizo más interesante saber cómo Boca se haría de la ventaja que estaba mereciendo y fue hacia el final del primer tiempo que Marcone, con un penal no necesario, allanó el camino para la victoria de los locales. Después a los nueve del segundo tiempo Colazzo liquidó el partido y sobró una media hora a la que hacia el final, para colmo, le sacaron a Riquelme.
La gente se fue conforme con Boca y el espectáculo. Hablando de Insua que es un jugador de selección, piensa este cronista, de lo pobre que anda Arsenal en evidente transición, de la anécdota del brazalete que Riquelme le mando a Orión y no había forma de ponérselo, de que si boca quería metía seis.
Y preguntándose porqué Boca demostró tanto en hacer un buen partido y por más que gane ya está afuera de cualquier ilusión.
Fue una buena tarde, sin otros brillos que el toque mágico de Erbes en el gol del primer minuto, y esos pases de magia de Riquelme que motivaron el canto de que no se va. El público regalaba ese coro al presidente de Boca que, se presume, no tiene ningún interés en mantenerlo al diez, pero el deseo camina a contramano de las ultimas prestaciones de Román.
Siempre habrá discusión al respecto, cada vez que se ilusione o luzca con un cierto desgano. Pero la verdad es que sin heredero a la vista le cuesta demasiado al hincha de Boca imaginar un domingo de Bombonera sin que le ofrezcan aunque mas no sea un poco de lo que Román les da.
Una razón para la autoestima, para la confianza del resto del plantel, un conductor con los vicios del poder y Román es poderoso en Boca, pero, un jugador que asegura cuotas de placer y sueños que aún no tienen sustituto.