Los indicadores no eran buenos para Boca, y el pronóstico para el partido con Vélez, no lo tenían ni los entrenados meteorólogos de las radios. Que River subiese a los títulos de los diarios, envuelto en elogios, por su victoria en Tucumán, le puso al domingo de sol un condimento infrecuente, y colocó la piola más arriba para los Xeneizes. Cuando los millonarios echan buena, hay que ajustarse los cinturones. Cuando ellos van mal, para Boca todo es de regalo.
Pero además había ganado Newell’s, al que pocos le llevan el apunte todavía porque ¿cómo se explica que estaba con respiración artificial y ahora saluda por el balcón? Así es el fútbol, así es la vida. Y el triunfo de los rojinegros, metáfora perfecta de las resurrecciones, era una obligación más para Boca, injusta si se quiere, porque al fin de cuentas el equipo de Román tendría que disfrutar un poco más del sabor a miel que le dejó Santiago de Chile. Pero no. La cosa no funciona así. El miércoles ya fue y es domingo. Hay que ganar otra vez porque el empate empieza a ser un problema. No sólo se trata de Newell’s, que preocupa más por el Tata, que por el equipo.
Está Arsenal, también. Hay un hombre muy fuerte que no aceptara irse sin la vuelta olímpica que cerraría los afanes de su vida.”Vos dale bola a un gil”, dice un hincha que se las sabe todas. En una tarde así, fresca y tibia según de qué lado tenés el sol, habiendo ganado los que persiguen, que te toque Vélez te la regalo…
El partido iba a ser difícil para ambos. Al minuto de juego se advirtió la idea que iban a tener, dos equipos plantados en el terreno para no arriesgar más de lo debido. Respetuosos uno del otro, conociéndose demasiado, dos equipos que no cometen errores. Salieron dispuestos a no regalar nada, ¿qué es no regalar en el fútbol de hoy en día? Es no dar espacios para la contra. Nunca, jamás, uno pudo tomar al otro en inferioridad numérica cuando cruzó la mitad de la cancha, siempre ambos equipos estaban detrás de la pelota a la hora de defender. El primer tiempo pasó sin pena ni gloria, sin tiros al arco prácticamente. Todas las escaramuzas quedaban cerca del área pero nada más. Los dos parecían conformes, hasta el público parecía tolerante con lo que se veía. Era un encuentro sin matices, sin brillo, hasta el propio Juan Román Riquelme estaba casi sin jugar. Cuando volvió para el segundo tiempo, se transformó en la carta importante de Boca.
En el balance fue meritorio lo de Boca, por estar con un hombre menos. Vélez quería ganarlo por decantación, aunque sin ideas prácticas, que tenga un dominio de la pelota. Riquelme mostró un grado alto de inspiración: sin llegar a lo de Chile ante la Unión, mostraba una mejoría importante respecto a lo hecho en el primer tiempo. El mérito es para Boca al decir que cualquiera podía ganar, aunque ninguno de los dos equipos tuvo varias situaciones de verdadero riesgo como para destacar.
Un partido más, que le permitió a Newell’s ubicarse en lo más alto del campeonato. Aquella amenaza que significaba el triunfo del Tata Martino ya está ahí; también está el Arsenal de Alfaro metido en la pelea y Tigre ante la realidad de que dos candidatos como Boca y Vélez dejaron dos puntos en el camino en un partido que este lunes, antes del mediodía, ya es parte del olvido.
Víctor Hugo