A la hora en la que los argentinos daban el banderazo multitudinario en Copacabana, Costa Rica iniciaba la tarde más feliz de su vida deportiva. Las banderas albicelestes teñían el paseo marítimo más extraordinario del mundo y en Fortaleza, los primeros minutos daban una imagen preocupante del equipo uruguayo, incapaz por entonces de acertar tres pases seguidos. Pero la locura desatada de los que agitaban banderas albicelestes se detuvo un instante cuando Cavani shoteó un penal y todos vieron a Uruguay ponerse en ventaja. El mundo parecía estar en orden. Los celestes, pensó el cronista, ahora sí empiezan a jugar como se espera. Pero no sucedió de esa manera. Mientras el banderazo proseguía y se consolidaba como una real fiesta que pareció anticipar el carnaval que puede desatarse después del esperable triunfo de esta tarde, los plasmas mostraban una actuación inolvidable de los contendientes de Fortaleza. Pero caminando por el revés de la historia.
El fútbol y los goles cambiaron de color y Costa Rica hizo de su célebre saludo “pura vida”, el puro fútbol del bueno que se espera en un mundial. En cambio Uruguay recorría como un fantasma el penoso segundo tiempo que le tocó jugar. El equipo de Tabárez sólo tenía que quitarse de encima esta fecha del calendario, pensó la mayoría. Después iría por una presentación inolvidable en el grupo de la muerte, así llamado porque se le incluía con otros dos grandes como Inglaterra e Italia. Ahora se sabe que, aun respetando la transitoriedad, este resultado quedará como esos que no se olvidan jamás…
Si los uruguayos tuvieron algún resto de ánimo para ver el partido de sus próximos rivales, sólo les debe haber crecido la preocupación. Vencieron los italianos, que no se parecen en nada a aquellos que sólo se preocupaban por el catenaccio. Los azurros, comandados por un fantástico Pirlo, superaron a los ingleses, algo ingenuos y sin el vértigo que los caracteriza, pero que estuvieron a tiro del empate, y aceptaron un golpe por golpe que no les sirvió. La crónica del día quedó desordenada porque el firmante se inclinó por el partido más sorprendente hasta el momento en el campeonato del mundo. Pero eso implica una injusticia con los colombianos, que hicieron un gran partido ante una selección griega que no defraudó, sino todo lo contrario, haciendo más valiosa la conquista cafetera. Tres goles repartidos como si fueran el fruto pensado de antemano por Pekerman.
La FIFA mostró su sentido mercantilista, ese que la afea tanto a los ojos de quienes además la juzgan corrupta. Cuando todos los actores de la tarde empezaban su descanso, soñando partidos futuros con distinto ánimo, Japón y Costa de Marfil jugaban su primer partido del mundial. El horario conviene más a los asiáticos, así que los africanos si quieren ver el mundial que se pongan frente a los televisores a las 3 de la mañana. Peor figura hace la FIFA cuando el cronista se entera de que a Haití, Blatter y su pandilla le exigen 2 millones de dólares para darles el mundial. Nada más democrático que “el que quiere ver, que pague”, como decía uno de pelo blanco en épocas en las que se debatía el Futbol para Todos. Ese que en espíritu se hace presente hoy por la tarde cuando el pico de las 19 marque más de 50 puntos de la capitalina Ibope, señal de que todos los que aman al fútbol o lo toleran respetándolo como una forma de identidad nacional, podrán disfrutar con el aliento entrecortado del himno, de la primera corrida de
Messi, de un slalom de Di María, de una apilada del Kun. El banderazo inusual y simpático de Copacabana se traslada esta tarde al Maracaná y uno de los asombros será ver el número de argentinos que ha viajado para acompañar a la selección de Sabella. Pueblo y equipo unidos 90 minutos para derrotar si es posible a Bosnia y a la mala onda de los que no quieren el mundial, ni el equipo. Ni nada que tenga el sabor de lo popular.
Víctor Hugo