A Boca se le fue una chance, aunque sobre el final estuvo cerca del empate. Pero la fecha entregó grandes partidos, muchos goles y la promesa de un cierre de torneo espectacular.
El último tren pasó a las 11 de la noche. Riquelme era la locomotora de un Boca que pugnaba por un empate que de pronto se había convertido en una posibilidad palpable. Arsenal parecía estar más cerca de hacer el cuarto que Boca de poder descontar. Pero las indecisiones de la defensa del local, sobre todo de sus centrales, habilitaron que Riaño se pudiera acomodar a placer dentro del área para convertir el segundo gol y mantener viva la ilusión.
En esos minutos finales, para Boca parecía pasar un tren de esos bien iluminados que van de La Plata a Constitución, y a bordo del cual se transportaban las últimas esperanzas para el equipo de Bianchi. Con un Riquelme extenuado por el esfuerzo pero siempre listo para hacer jugar al equipo y otra vez con muchos delanteros en la cancha, Boca iba hacia adelante. Las posibilidades pasaban otra vez por las ventajas que ofrecía la defensa de Arsenal, un equipo inteligente en el medio y provocativo en el ataque, pero desilusionante en su última línea. En muchos aspectos se pareció notablemente a Boca, que también tuvo delanteros que no defraudaron, especialmente Riaño, pero que tuvo muchos errores en su defensa. En eso los dos equipos se parecieron, y mucho.
En suma, fue un espectáculo tenso, emocionante, de incierto resultado hasta el último instante. Boca, con Riquelme llevándolo de la mano a pesar del cansancio por todo lo que había corrido, con el esfuerzo de Blandi, de Riaño, y con todo el equipo expuesto en actitud ofensiva, jugaba a cara o cruz, a matar o morir. También entró Paredes para darle compañía a Riquelme. Acaso con el diario del lunes debajo del brazo se podría decir que Bianchi debió poner al pibe Paredes como titular, porque el cambio en la orientación general del equipo y el alivio para Riqulme fueron manifiestos desde la entrada del número 20.
Lo que vale para el fútbol argentino es la cantidad de goles de un domingo espectacular, la paridad de un campeonato que todo indica que mantendrá el misterio sobre la identidad de su campeón hasta la última fecha. En pocas ligas del mundo se puede encontrar tanta competitividad. Revisando el fin de semana y la cantidad de buenos partidos que hubo, bien vale la pena tomar El Gráfico Diario para ver y repasar todo lo que el fútbol argentino nos ha ofrecido en esta fecha. Desde ya que esto no es extensivo a todo lo que se ha visto a lo largo del torneo, pero lo de este fin de semana, con el partido que dio vuelta Lanús, con un San Lorenzo jugando por momentos de manera brillante, con la pasión por la victoria que puso Boca, el juego siempre inteligente de Arsenal y las brasas que acercan al fuego Newell’s y Rafaela, le da calor a este torneo al que se le pueden poner unas fichas más en cuanto a la intensidad y emotividad de su definición. Hasta incluso el partido de River, que terminó derrotado y cuyos jugadores debieron salir en medio de insultos, se puede rescatar como atractivo por todo lo bueno que hizo Olimpo.
Fue el final de un domingo de los buenos, de esos en los que los relatores se van con las gargantas exhaustas pero satisfechas por la emoción que tuvieron oportunidad de transmitir y que renuevan la ilusión de volver a la cancha la semana siguiente. Boca parece haber resignado las chances que había súbitamente recuperado el domingo pasado. Ahora da la impresión de la que la ilusión, tal como si fuera una pelota de fútbol, pica en los patios de Newell´s, de San Lorenzo, de Lanús y de Arsenal.
Víctor Hugo