No todo está perdido

 El Pelado es un hincha que tiene unos 500 domingos ubicado en el mismo lugar, frente a la cabina de este relator. Hablamos de fútbol por señas desde hace muchísimo tiempo. Es un hincha normalmente criterioso, de los que saben ver fútbol. Pero últimamente viene muy agrandado con la campaña de Boca y antes de empezar el partido, su seña fue que ayer iba a gritar tres goles de su equipo. Se dibujó la franja en el pecho y mostró tres dedos, incluyendo el pulgar, para dar un resultado anticipado del partido. Con un gesto le pregunté si Independiente también iba a marcar tantos. Respondió que dos; imaginó un encuentro con muchos goles.

 Cuando los Rojos anotaron el primer gol por medio de Vidal – en lo que fue el anuncio de que la defensa de Boca estaba extrañamente en una mala tarde – el Pelado miró para la cabina como diciendo que no pasaba nada, que ese resultado se daba vuelta. En el momento en el que Ferreyra anotó el golazo de tiro libre, se enojó un poco con Orion, y entonces sí hizo un gesto para expresar sus dudas. Pero después, cuando Roncaglia pudo descontar, renació y sintió que otra vez Boca sería capaz de darlo vuelta. Sin embargo, una sorpresa lo esperaba: ese tercer gol convertido con un cabezazo estupendo de Farías.
El que le dio un cierto respiro fue Juan Román Riquelme, con su grandeza para definir -la pelota se desvió en Ferreyra- después de dominar la pelota adentro del área y sobre la salida del arquero. El partido terminaba en el primer tiempo 2-3 y todo el mundo imaginó lo que después iba a ocurrir: que Boca estaría en condiciones de darlo vuelta.
Con el 3-3 el Pelado dibujaba una sonrisa diciendo “me equivoqué, el partido va terminar 4-3, no 3-2”. Por un rato largo iba a tener razon, tras el gol de Ledesma que tenía que ser de Silva. El partido estaba 4-3 y en consecuencia así parecía estar ocurriendo lo que todo el mundo pensaba de antemano. Que la superioridad de Boca, que se daba por descontada, iba a permitir una victoria.
En eso estaban cuando de repente se produjo un tiro libre en la mitad de la cancha. Independiente se jugó la ilusión de una carambola: se dio cuando la pelota fue hacia Tuzzio y luego al Tecla Farías, que empató el partido. La sorpresa en la Bombonera era muy grande y el Pelado miró para la cabina dando cuenta de que ya no entendía absolutamente nada.
 Ya no lo vi más cuando se produjo el error de Schiavi en el último instante del partido. Se llevó la pelota el Tecla y corrió hacia una victoria imposible e inimaginable. Picó la pelota como Messi viene enseñando por televisión en los últimos tiempos. La pelota dio dos piques, y de una manera dramática, como pidiendo permiso, casi educadamente, se metió para consumar una verdadera hazaña, una auténtica proeza de Independiente. Superó a Boca dejándolo con la traumática segunda caída consecutiva, preguntándose acaso qué trole hay que tomar para seguir. Independiente se fue con la sensación de que tiene un técnico para ratificar en Christian Díaz y que tiene un equipo para creerle un poco más. Lo del principio, jugando con movilidad y mucha confianza, y lo del final, jugando con una pasión que se pareció a la de las viejas épocas, le dicen al Rojo que no todo está perdido. Farías ha venido a ofrecer su corazón.
 
Víctor Hugo