Arsenal de Sarandí levantó los brazos más altos que nunca en su historia, pero Tigre también. Mientras Arsenal celebraba el campeonato, Tigre festejaba el logro de una gran campaña y la posibilidad de haberle escapado a cualquier fantasma del descenso. Llegando a todas las partes de la república, accediendo a cada rincón del país, los hinchas pudieron formar parte de sensaciones de las más perdurables en la vida.
Boca le dijo rápidamente a Arsenal y a Tigre: arréglense ustedes, lo mío es la Copa Libertadores. Y lo dijo a riesgo de perderlo todo y de quedarse con las manos vacías. Pero esa fue su apuesta. Por eso los rápidos goles de All Boys le dieron espacio a los otros dos equipos, los protagonistas de una tarde futbolera magnífica.
Así estaba el fútbol argentino cerca de las cuatro de la tarde. Con Arsenal y con Tigre ganando sus partidos, con Boca ya resignado y con las orejas puestas en escuchar qué pasaba con el otro. Era insólito porque, además, los de Victoria sufrían con tener que escuchar dos cosas a la vez: la que lo acercaba al campeonato y la que lo ponía cerca del descenso, incluso teniendo la chance de jugar varios desempates.
Arsenal le sacaba diferencias a Belgrano. Tigre marcaba una superioridad en la cancha y en el resultado. Pero Independiente decidió volcar el partido, cambiar el eje y le dio vuelta el resultado a los del Vasco Arruabarrena, que perdiendo se lamentaban por la chance de tener que ir a un desempate para conservar la categoría.
Pero fue algo que duró poco porque Tigre lo empató y logró la tranquilidad que tanto pedía. Ahora sí, ahora la balanza estaba definitivamente inclinada por Arsenal. En Victoria hubo tres situaciones sobre el final que lo acercaron a la variante de un desempate para ver quién ganaba el título. El cronista imagina que todo se habrá vivido con mucho sufrimiento, con el sentimiento puesto en juego hasta el final, pero no se pudo y Arsenal, que sobrevivió los últimos minutos con la radio pegada al oído, esperando el final ajeno.
Todo esto transcurría mientras se hundía sin explicaciones Banfield, que se fue al descenso directo con el colchón de puntos que todavía acumulaba del campeonato ganado con Julio César Falcioni. A la vez, San Lorenzo se aferraba a la vida como podía y se decía a sí mismo: todavía queda una chance más, todavía queda la promoción para que nos den por muertos. Mientras, también, Rafaela y Unión despertaban de las angustias y le escapaban definitivamente al temor de bajar de categoría.
Que Arsenal, entonces, daba la vuelta. Que Tigre salía de una conversación sobre descensos de la que no merecía formar parte. Que San Lorenzo se daba otra vida. Contradicción de un fútbol y de un sistema extraño.
Uno que se dio espacio para generar misterios sobre Arsenal. Porque toda la vida se sospechó que los de Sarandí, algún día, ganarían un campeonato, que esa sería la frutilla del postre de Julio Grondona, presidente de la AFA y fundador de la institución ganadora. Pero decir eso es una mínima objeción con poco sentido. Que haya ganado el torneo jugando con el caballo del comisario no quiere decir que no tenga méritos futbolísticos. Porque Arsenal es un club con todo al día, con las cuentas claras, sin deudas y con un proyecto sostenido en Gustavo Alfaro, reconocido como uno de los mejores entrenadores del fútbol argentino. Por más que suene sospechable, por más que existan razones para decir que Grondona quería coronar su vida como dirigente, nada puede invadir la justicia de esto.
El campeonato es de Arsenal, pero el gran ganador de este certamen es otro: el Fútbol para Todos. Un elemento que pudo contra los que durante años se robaron las transmisiones. Una herramienta que le dio a los argentinos la posibilidad de acceder desde sus casas a vivir el sentimiento y a disfrutar de este fútbol glorioso.
Víctor Hugo