Lo que fue y lo que debió ser

Tiempo Argentino – Sábado 12/11/2011

Lo que pudo ser, no existe. Iban 21 minutos y el Pipa anotó un lindo gol. Los bolivianos que hacía un ratito habían comenzado a pasar más allá de la línea central, se emocionaron y ofrecieron aquello que necesitaba la Argentina: espacios. Tres contra tres y llevaba la pelota Messi, o sea que la jugada habría de culminar en la red. Al pasarla para Higuaín, Messi chocó con un rival, pero igual la recibió el jugador del Real. Acomodó un precioso tiro cruzado y empezó a festejar, hasta que advirtió el absurdo fallo del árbitro ecuatoriano. Anuló el gol y sancionó el tiro libre para los albicelestes. Si el gol hubiese sido convalidado, hubiera ocurrido lo siguiente:

a) Messi e Higuaín estaban “hechos”, a buenas con la gente.
b) Bolivia salía del embudo, no tenía más remedio.
c) El equipo y la gente se tranquilizaban y con más campo habría más precisión.
Está en el lector imaginar algunos otros detalles, como por ejemplo la cantidad de goles por la que se hubiera definido el partido. ¿Les gusta un tres a cero?

LA REALIDAD. Vuélvase a lo que de veras sucedió, a lo que inspiró abucheos, persecuciones a algunos jugadores y protección para otros. En un extremo, Demichelis. En el otro, Clemente.
Y en los grises, el resto, con pocos rescatables como Mascherano y Gago que, con Clemente, fueron los únicos que merecieron el aplauso.
Cuando Messi produjo aquella jugada del gol injustamente anulado, la Argentina había perdido ya 20 minutos jugando a nada. Parecían haber salido a la cancha de traje y zapatos de calle. Elegantes, mirando vidrieras un sábado a la nochecita. Primer reproche: ¿por qué regalar ese tiempo? ¿Si quieren jugar al toque, por qué no se mueven, no rotan? Desde ese grito frustrado del Pipa en adelante, vinieron 15 minutos aceptables. Impresionó mejor Pastore que hasta puso una pelota en un caño.
Ricki Álvarez se movió como Dios manda. Subió Clemente. Messi aportó su genio. Nada del otro mundo, pero bien. Sigan así, pensó el conformista de 230 pesos la platea, mientras en el living de alguna casa, algún padre ahorrativo se golpeaba el pecho: “¿No te dije que era plata tirada a la calle?” El pibe igual hubiera querido ir, pero al viejo no le faltaba razón: 460 pesos más traslados, gastos e incomodidades para “eso”… Mejor, la tele.

DE MAL EN PEOR. En el segundo tiempo la Argentina empeoró. El buen planteo de Quinteros, la mayor confianza de los jugadores bolivianos, la confusión albiceleste, todo sumaba para explicar el cero. Cuando este relator pensó que ya había prestado atención a cinco aviones que bajaban hacia Aeroparque, en apenas diez minutos, advirtió cómo venía la mano. ¡Y todavía faltaba el gol de Moreno! El espectáculo se encauzó como tal, gracias a un error de Demichelis y la constatación de lo bueno que es el nueve de Bolivia.
Cosas que pasan, pequeños golpes de suerte, Sabella puso fichas a Lavezzi, y en la primera bola, Ezequiel sacó al equipo del naufragio. Inclinado, haciendo pie pero agarrado del mástil, el barco argentino, resignado a no llegar al puerto, echó anclas en el uno a uno. Hacia el final fue ostensible cómo el público aplaudía a Clemente por cualquier cosa, con tal de hacer llegar el mensaje: para venir así los consagrados, mejor los de “acá”. En un saque con las manos
Clemente debe haber pensado que lo estaban cargando. Pero no. Era una opinión lo que la gente quería dar.
Hubo lapsos en los que el equipo jugó con una cierta verticalidad, pero en líneas generales, pareció que retornaba a ese toqueteo interminable, un pase al costado, otro hacia atrás y un cambio de frente. Después, un enganche, vuelta a Mascherano, y a empezar de nuevo, a veces desde los mismísimos zagueros. Los mismos muchachos que tanto orgullo provocan cada domingo, allá en Europa, de este lado del Atlántico sacan disgustos y nada más. Casi siempre. El enorme potencial, no se entiende por qué, se debilita. Ya no parece cosa de los técnicos. O al menos, no es la única explicación. Son ellos, que son tan buenos como jugadores, que más vale ser cuidadoso en las críticas, porque en cualquier momento les tapan la boca a todos. Hubiera sido lindo que ligaran un mejor árbitro para aquella jugada del gol anulado. Todo pudo ser distinto. Lástima que lo que “pudo” ser, no existe.