Tiempo Argentino Lunes 09/04/2012
El sorprendente gol de Fernando Lorefice llenó de asombro a este cronista. Primero por la calidad del gol, y segundo porque Atlanta, al que hacía tantos años que no veía, le estaba ganando a River con un tanto extraordinario, sacando una ventaja que, por otra parte, merecía. Porque River estuvo lejos de todo: de la punta, de recuperarse, de una actuación que mereciese aplausos de su gente. No hubo prácticamente un minuto de buen fútbol de River. Pelotazos que al final del partido han sido desdorosos para lo que es la historia de River. Punzantes remates al medio y de punta para arriba que fueron sistemáticamente devueltos por la defensa de Atlanta en una actuación tan pero tan prolija y eficaz que seguramente River recorrerá el resto del campeonato sin encontrar una defensa como esta que no le permitió un solo tiro cara a cara con el arquero adversario. Pero eso no fue Atlanta. De ninguna manera hay que hablar sólo de esa defensa estupenda, de Martín Quiles, de Guido Milán, de Nicolás Cherro, y de Brian Resch. Hay que ser justos con Atlanta y decir que el partido lo gana de la mitad de la cancha para arriba; lo gana en la calidad inesperada de Lucas Mancinelli, un jugador de los inéditos. Pero también con Lorefice y Gabriel López, un excelente jugador. Y después estaban los Soriano, esos mellizos que son puro potrero y que volvieron loca todo el tiempo a la defensa de River. La estadística es lo único que miente al final del partido que se jugó en Liniers. Quedó muy claro que fútbol por fútbol Atlanta fue muchísimo más; que en la suma de oportunidades Atlanta tuvo muchísimas más que River; que en los méritos que hacen a un equipo de fútbol desde el arquero al último jugador que se nombra en la formación, cada una de las individualidades de Atlanta rindió más que las de River. Un hincha de Atlanta se retiraba tomándose la cabeza diciendo “no lo puedo creer, que suerte que viví para presenciarlo”. Y tenía mucha razón. Satisfacciones como esta seguramente no esperan demasiado en el futuro inmediato de Atlanta, que tiene una posición en la tabla que nadie le envidia. Pero son cosas que ayudan a vivir. Alegrías provisorias que les permiten a los bohemios de Villa Crespo haber encontrado por fin algo que les permita resucitar aquello que Artime, Griguol y Gatti supieron decirle al fútbol argentino en una etapa en que Atlanta se había encaramado entre los grandes animadores. Un triunfo que honra aquella historia tan linda y tan bohemia de Atlanta. Una derrota que castiga a este River que no encuentra ni rendimientos individuales ni colectivos que permitan pensar que futbolísticamente pueda recuperarse. Lo más probable es que River ascienda. De eso no caben dudas. Pero no será con la brillantez y la diferencia que permanentemente los hinchas y los cronistas estamos anunciando y que River no hace nada para que sea verdad.
Víctor Hugo