Parafraseando al extraordinario ex presidente chileno Salvador Allende, en cuanto se acabe la sequía de sus atacantes, la Selección reafirmará que es la mejor de todas. Se debe pensar en una goleada, aunque los astros afectan a Ramón Díaz como a pocas criaturas, y el coraje enorme de Paraguay propicie una cierta cautela.
Desde Viña del Mar, Chile
A Carlitos, los muchachos lo miraban desde el círculo central, como los empleados al delegado que entra a la oficina del jefe a pedir aumento. Estaba en sus manos porque el asunto venia de nalgas y una demora más, como la de Biglia o la de Rojo, sería fatal. Así que el muchachito del pueblo cruzó la media cancha con la menuda responsabilidad de hacer justicia. Unos segundos más tarde, la Argentina era como esas esculturas de las plazas, de muchos dioses apilados. Los jugadores, al cabo de una carrera que calentaba el aire gélido de Viña del Mar, desataron el miedo que los había paralizado y se entregaron a una alegría absurdamente postergada.
Otro partido de 4 a 0 en el trámite que terminaba empatado. Otra vez los méritos sin gol. La paliza al adversario, pero sin hacer cash, siempre endosando el cheque para la próxima oportunidad. Como había sucedido ante Paraguay, el dominio fue tan aplastante que los colombianos se fueron desdibujando hasta aceptar la superioridad, sin rebeldía.
Aprovecharon esa declaración de impotencia para obstinarse en el empate que permitiera la definición por penales como la única salvación posible, y consiguieron que la estadística refleje un disparate. La Argentina consiguió su ticket para la semifinal en los penales.
No obstante, sin ganar o ganando por poco, la selección de Martino se consolidó en la opinión de este cronista como la mejor del mundo, al cabo de los tres partidos que pueden considerarse validos para fundamentar el criterio, ya que Jamaica no cuenta.
¿Se puede pensar que este martes el grito contenido será liberado como si se soltasen todos los pájaros de la jaula?¿O habrá que encomendarse a San Goyco justo en el aniversario de la definicion ante Yugoslavia, 25 años atrás? Lo esperable es que mañana termine la sequía de esos delanteros que hacen levantar los brazos para el festejo a cada rato, y desencantan con sus tiros en los palos, los que van “apeeeeeeenas” afuera en el decir de los relatores, y “balas que pican cerca” y todo ese verso que no hace otra cosa que calentar a los oyentes porque paran la oreja, aprontan el festejo y luego no pasa nada. Qué mala suerte, que no se liga nada, que el arquero rival es un fenómeno. Puras explicaciones y lamentos, con los hinchas que terminan diciendo todo muy bien, pero si no la metés, viejito, no vale, no ganás, ¿entendes?.
El despliegue, hablando más en serio, seduce por la propuesta, el carácter, la perfección de ese mecanismo aceitadísimo para quitarle la pelota al rival como se le quita un caramelo a un chico en la puerta del colegio. Luego, los arranques de Messi, Pastore y Di María ponen la electricidad, iluminan la cancha, encandilan con la perfección de sus paredes, dibujan zetas en los esquives. A veces pareciera que juegan entre los conos de los entrenamientos. No hay un equipo en el mundo que pueda someter así a su rival.
Martino, que acaso se durmió un poco en los cambios y desconcertó luego dejando a Tevez para patear en el séptimo turno, ha presentado una formación que se avecina a la perfección, aunque eso no exista.
Se podrán escribir los versos más tristes esa noche de mañana si algo interrumpiera el entusiasmo del escriba. Por donde se mire, el partido la selección albiceleste es la favorita para manejar el desarrollo, andar de pelota al piso, tenerla 70 a 30 con respecto a Paraguay. Messi, que el firmante sostiene ha jugado bien los primeros partidos, fue deslumbrante el viernes ante Colombia. En ese nivel, sólo un desplome de Pastore y Di María, con Mascherano desmayado en la mitad de la cancha podría explicar un capítulo negativo. Pero el fútbol es tan misterioso, da respuestas tan ilógicas, que el articulista no se suelta y pese a todo lo que sugiere en el comentario, no se lanza a escribir aquello que sería feo tener que tragarse. Aunque en el fondo, piense en goleadas y exageraciones por el estilo, más apropiadas para el hincha, los astros que a veces afectan a Ramón Díaz como a pocas criaturas del fútbol, y el coraje indesmentible de Paraguay, propician una cierta cautela.
Contra Colombia, otro partido de 4 a 0 en el trámite que terminaba empatado. Otra vez la paliza al adversario, pero sin hacer cash.
Argentina seduce por la propuesta, el carácter, la perfección de ese mecanismo para recuperar la pelota como se le quita un caramelo a un chico.
A Carlitos, los muchachos lo miraban desde el círculo central, como los empleados al delegado que entra a la oficina del jefe a pedir aumento. Estaba en sus manos porque el asunto venia de nalgas y una demora más, como la de Biglia o la de Rojo, sería fatal. Así que el muchachito del pueblo cruzó la media cancha con la menuda responsabilidad de hacer justicia. Unos segundos más tarde, la Argentina era como esas esculturas de las plazas, de muchos dioses apilados. Los jugadores, al cabo de una carrera que calentaba el aire gélido de Viña del Mar, desataron el miedo que los había paralizado y se entregaron a una alegría absurdamente postergada.
Otro partido de 4 a 0 en el trámite que terminaba empatado. Otra vez los méritos sin gol. La paliza al adversario, pero sin hacer cash, siempre endosando el cheque para la próxima oportunidad. Como había sucedido ante Paraguay, el dominio fue tan aplastante que los colombianos se fueron desdibujando hasta aceptar la superioridad, sin rebeldía.
Aprovecharon esa declaración de impotencia para obstinarse en el empate que permitiera la definición por penales como la única salvación posible, y consiguieron que la estadística refleje un disparate. La Argentina consiguió su ticket para la semifinal en los penales.
No obstante, sin ganar o ganando por poco, la selección de Martino se consolidó en la opinión de este cronista como la mejor del mundo, al cabo de los tres partidos que pueden considerarse validos para fundamentar el criterio, ya que Jamaica no cuenta.
¿Se puede pensar que este martes el grito contenido será liberado como si se soltasen todos los pájaros de la jaula?¿O habrá que encomendarse a San Goyco justo en el aniversario de la definicion ante Yugoslavia, 25 años atrás? Lo esperable es que mañana termine la sequía de esos delanteros que hacen levantar los brazos para el festejo a cada rato, y desencantan con sus tiros en los palos, los que van “apeeeeeeenas” afuera en el decir de los relatores, y “balas que pican cerca” y todo ese verso que no hace otra cosa que calentar a los oyentes porque paran la oreja, aprontan el festejo y luego no pasa nada. Qué mala suerte, que no se liga nada, que el arquero rival es un fenómeno. Puras explicaciones y lamentos, con los hinchas que terminan diciendo todo muy bien, pero si no la metés, viejito, no vale, no ganás, ¿entendes?.
El despliegue, hablando más en serio, seduce por la propuesta, el carácter, la perfección de ese mecanismo aceitadísimo para quitarle la pelota al rival como se le quita un caramelo a un chico en la puerta del colegio. Luego, los arranques de Messi, Pastore y Di María ponen la electricidad, iluminan la cancha, encandilan con la perfección de sus paredes, dibujan zetas en los esquives. A veces pareciera que juegan entre los conos de los entrenamientos. No hay un equipo en el mundo que pueda someter así a su rival.
Martino, que acaso se durmió un poco en los cambios y desconcertó luego dejando a Tevez para patear en el séptimo turno, ha presentado una formación que se avecina a la perfección, aunque eso no exista.
Se podrán escribir los versos más tristes esa noche de mañana si algo interrumpiera el entusiasmo del escriba. Por donde se mire, el partido la selección albiceleste es la favorita para manejar el desarrollo, andar de pelota al piso, tenerla 70 a 30 con respecto a Paraguay. Messi, que el firmante sostiene ha jugado bien los primeros partidos, fue deslumbrante el viernes ante Colombia. En ese nivel, sólo un desplome de Pastore y Di María, con Mascherano desmayado en la mitad de la cancha podría explicar un capítulo negativo. Pero el fútbol es tan misterioso, da respuestas tan ilógicas, que el articulista no se suelta y pese a todo lo que sugiere en el comentario, no se lanza a escribir aquello que sería feo tener que tragarse. Aunque en el fondo, piense en goleadas y exageraciones por el estilo, más apropiadas para el hincha, los astros que a veces afectan a Ramón Díaz como a pocas criaturas del fútbol, y el coraje indesmentible de Paraguay, propician una cierta cautela.
Contra Colombia, otro partido de 4 a 0 en el trámite que terminaba empatado. Otra vez la paliza al adversario, pero sin hacer cash.
Argentina seduce por la propuesta, el carácter, la perfección de ese mecanismo para recuperar la pelota como se le quita un caramelo a un chico.