El hincha de Boca le comentaba a un compañero de viaje que hoy Silva iba a meter un gol. ”¿Y por qué?”, le respondió el otro. “Porque juega Cvitanich”, dijo. “Y eso qué tiene que ver?”, retrucó como respuesta sin entender la relación. “Bueno porque él jugó por Cvitanich y no pudo convertir goles. Entonces el día que vuelve Cvitanich, la mete”, explicó con confianza. Esas son las cosas que se dicen porque sí a veces dan una respuesta acorde a la expectativa que intuitivamente pueda generar el hincha. A los 8’ Boca estaba ganando por un gol de Silva. Una media vuelta impecable, a un palo tras un regalo de la defensa de Estudiantes. El partido desnudó bien temprano, más allá de la fortuna del hincha que acertó con el gol de Silva, que Estudiantes no estaba en una buena jornada. Verón, nada menos, regaló la pelota en medio de la cancha. Creyó que tenía un compañero atrás y se la dio a un jugar de Boca. De esa contra vino el tiro libre, en el cual la defensa de Estudiantes, una de las más sabias que existen por cultura futbolística en el mundo, regaló la pelota, la dejó boyando en el área y Silva la abrochó con un excelente giro. A partir de ese momento, Estudiantes de La Plata empezó a manejar un poco más el partido y Boca a disponer de espacios muy bien capitalizados por Cvitanich y Silva, que se pararon tirados hacia los costados, y con un crecimiento de la figura colosal que fue Leandro Somoza. En la contra ante ese equipo de Estudiantes que tocaba mucho pero que llegaba poco, Boca fue definiendo el perfil del encuentro. Por otra parte, el fútbol seguro de Somoza, que además de quitar todo no falló en ningún pase, la generosidad de Erviti tapando a todos, y la disposición de Chávez para generar un fútbol muy punzante en cada ocasión que le tocó tomar la pelota; disponían para los delanteros de incontables ocasiones en las que las jugadas nacían exclusivamente para los atacantes de Boca. Con Estudiantes volviendo mal, Somoza jugó un excelente pase que Ledesma, entrando en posición de 8, y contando con la colaboración de Andújar, tradujo en segundo gol del partido. Pese a esa distancia, en el primer tiempo, el encuentro no iba a quedar definido. Porque Estudiantes siguió buscando y dispuso de situaciones propicias en las cuales puedo haber descontado. Pero se le fueron los primeros 45 minutos sin conseguir ese gol que podía cambiar su paso. En el segundo tiempo, Boca ratificó las bondades de lo que ya había expuesto en la primera mitad. Boca empezó a jugar con la personalidad de un auténtico líder. Sabedor de su dominio y de la superioridad, que en este caso tenia sobre el siempre temido Estudiantes jugó su mejor partido quizás incluso de aquellos que le permitieron ganar el último torneo. Mostró su certificado y exhibió su pergamino, sobre todo en los últimos 25 minutos del partido. Mouche definió entrando por la derecha al segundo palo, pero todo lo que vino después fue un relleno. El partido ya veía como el telón caía lentamente y se iban apagando las luces de Estudiantes que no tenía respuestas, y de Boca que se iba desinteresando poco a poco. Un triunfo que le abre a Boca la posibilidad de ratificarse como el mejor del fútbol argentino. Sí, lo vino a corroborar ante un adversario que, todavía, está lejos de la cresta de la ola que alguna vez alcanzó, pero que es siempre un equipo sabio y bien integrado. Ante ese Estudiantes, que se había entonado, que había recuperado a Verón y a Enzo Pérez, Boca supo ser el dueño de principio a fin de la situación quebrando paulatinamente el brazo de Estudiantes hasta dar el torso de la mano estudiantil contra la mesa. Hasta determinar con claridad que más allá de la intuición del hincha sobre el gol de Silva, lo que Boca se llevaba era la convicción de todos sus parciales de que otra vez está en el mejor de los rumbos.
Víctor Hugo