Jugó mal, regular y bien, pero siempre mereció ganar

el grafico

Boca atravesó todos los estadios. Jugó mal, regular, bien, pudo ganar por tres goles y pudieron haberle empatado con diez jugadores.

Entusiasmó, esperanzó y desencantó, todo en una misma tarde. Pero en todas las capas que tuvo el partido siempre mereció la victoria. No hubo fracasos individuales, sino más bien rendimientos parejos y aprobables.

Colectivamente evidenció la convicción del juego que se espera de un equipo en el que hay un jugador de la jerarquía de Gago, mucho más en el futbol local. Una figura de relieve internacional hace diferencia en un medio deprimido en valores individuales, despojado siempre de cuanto produce. El mejor pasador de pelota entre líneas del mundo, eso que es Gago, le aseguró a Boca ser siempre más punzante que Vélez. El cuadro de Gareca, deprimido en las calidades del plantel, fue el más modesto de cuantos haya visto este cronista en estos años en los cuales siempre fue uno de los tres mejores, venciera o no en los torneos. Entre ese Boca-Gago y los de Liniers, las diferencias fueron notorias. Sobre todo, en el comienzo del segundo tiempo y, paradojalmente, hasta la expulsión de Cerro, Boca le regaló a Bianchi la primera tarde en la que todo el aire le entraba en los pulmones.
Porque el cronista dice Gago, pero hay que anotar enlos méritos del equipo xeneise a los que iban por los costados, Sánchez Miño y Acosta, la templanza de Ledesma,el buen auxilio de Blandi o Gigliotti y el Burrito Martínez, sin desmedro de la tarea de una defensa que sólo padeció algunos errores propios. El Tigre fue respetuoso del Pocho Insúa y lo mantuvo mucho más allá de lo que cualquier otro sería soportado por el técnico. Nula su influencia, apocado Cabral, absorbido Rescaldani, Vélez fue un rival más accesible que nunca.
Por esas cosas del fútbol, porque Boca no tuvo puntería, hubo un cierto dramatismo hacia el final. Con diez, más ligerito, Vélez llegó a complicar y hasta produjo una jugada, a dos minutos del final, en la que Ramiro Cáceres pifió una definición de gol gritado en todos los livings de Liniers y alrededores. Era justo para los “diez”, para el esfuerzo realizado en inferioridad, pero no para el partido de once contra once que duró mucho más. Boca estuvo dos goles arriba de Vélez y no debe mover a engaño esa jugada postrera. El tema de los tres puntos acomoda la tabla como si hubiese vasos comunicantes que al llenarse uno, se vacía el de al lado. Hasta esta noche, cuando juega Argentinos, el criticado Boca de estos meses queda a dos puntos del puntero Ñewell’s. O sea, a nada.
El torneo es así. En dos saltos cualquiera se cree que está para la vuelta olímpica.Hasta que viene uno que, cuando menos se lo espera, le da un par de bofetadas al optimismo. La paridad es real y debe celebrarse. Este periodista llega de Europa y, si bien aquí no hay Messis ni nada por el estilo, allá no saben ya lo que es un partido de hacha y tiza. Barcelona va y le mete tres en media hora al Valencia de visitante, y siete a otro, y así siempre. Acá no. Acá Boca sabe que el domingo será otro día en el que el menos pintado le puede bajar los humos. Se vive el día a día, y este domingo a Boca le sonrió el verano, que le hacia un guiño a la tarde de agosto.
Víctor Hugo