Hace un mes. Parece un siglo. Se preguntaran que pasará conmigo. No lo sé.

Hace un mes del despido intempestivo de Radio Continental. Los detalles son conocidos.

Un mes sin “La Mañana”.

Se preguntarán que pasará conmigo. No lo sé.

El mejor ofrecimiento de trabajo era de un canal.

Los vaivenes de la pauta y, sobre todo los pagos retenidos por el gobierno, deben estar jugando en contra.

El operador del macrismo dentro del canal, tipo fuerte-la fortaleza del contacto con el gobierno- consiguió cobros y promesas.

Las empresas están en eso. Mi frustración fue grande porque además, quien encaró la conversación, fuera de Buenos Aires, en ámbito que blindaba la importancia de la charla, al cabo de casi un mes no volvió a llamar.

Es probable que la interna derrumbara su propósito, generoso conmigo pero con dificultades ante esa realidad económica. Ganó el operador de adentro.

Gana el gobierno en su vigilancia, premios y castigos. Nada más advertir que si no se cumple me pueden convocar, los apura en el trámite.

Una radio fuerte me pregunto a través de los comentaristas si yo escucharía una oferta para relatar. Toda mi vida escuche las ofertas, aun sí sabía que la respuesta sería negativa porque es la forma de saber dónde uno está parado.

El interés del mercado algo nos dice.

Pasaron los días, y el canal dueño de esa radio arregló tener también a River y/o a Boca con el Fútbol para Todos (esa estafa colosal del gobierno de Macri: el Estado-paga todo, como un gil, pero le da a Magnetto, y para disimular a otros, las mejores trasmisiones por el 10 por ciento de lo que paga el Estado) por lo que infiero que ese fue el motivo por el que nunca más llamaron. Pero aquí no tengo evidencias. Quizás fue un intento aislado del colega. Y la empresa lo disuadió por otros motivos. Pero justo en esos días, todo el futbol se arregló por tele.

Una radio por el fútbol llamó y pidió cotización. Ahí anda en el aire. Debo haber pedido mucho. Todavía no me siento en liquidación. Más adelante se verá. Otra emisora se conectó, pensando en “La Mañana”, pero por lo que cuento más adelante el tema se hace difícil, aunque es gente que me gusta.

Antes quiero contarles que fui a relatar a Ecuador. Radio Huancavilca de Guayaquil. Era un partido amistoso pero relaté como si estuviera dando una prueba. No conocía a un sólo jugador, salvo Ronaldinho, que era invitado especial, como yo, pero bastante más especial. Estuve los 45 minutos sin fallar un solo jugador. Cuando estaba en el aeropuerto de Quito, ya de vuelta, el dueño de la radio me llamó y me pidió que me pusiese un chip en la cabeza para reservar el mes de junio, porque les gustaría contratarme para que les relate la Copa América. Quizás lo hizo para acariciarme el ego.

Pero volviendo a Buenos Aires, lo que les digo es que fantaseo con comprar un espacio en Radio Madre.

Eso me permitiría armar una trasmisión de fútbol con los que echaron como corolario de mi desafuero de la emisora en la que trabajaba. Pero la radio sale con algunas dificultades al aire. Se proponen arreglarlo. Si así fuera sería una oportunidad que en lo simbólico me atrae, me tira.

De lo contrario prefiero que los que me dicen que me extrañan, me extrañen.

Los que se olviden no harán otra cosa que cumplir con lo humano de la conducta.

Mucho más me importa que recuerden la estafa que se ha cometido en nombre de la democracia. Cada vez que vean el futbol fuera de la TV Pública, pero pagado por el Estado, díganle ladrones. Miren la pantalla y piensen la palabra. La estafa brutal de Clarín, la adulteración de la democracia.

En ese sentido, sigo cuando puedo con las charlas para denunciarlos. Al Gobierno, a Lombardi, que dijo «que lindo…» a los que se roban todo ante la mirada atónita de ustedes y la complicidad de otros.

Gracias al Colectivo el Faro que hacen memoria en lugar emblemático de Mar del Plata y me conmovieron el jueves 4 de febrero. A los amigos de las RCT de Chapadmalal -elijan ese lugar para el descanso, es único- y a la gente de Merlo, de La Colonial, que tampoco podré olvidar.

Hace un mes. Parece un siglo. Los echo de menos.

Gracias siempre.

Víctor Hugo