Habemus campeonato

Fueron pocos los goles, pero algunos como los de Scocco e Izquierdoz cotizan en la tabla de posiciones. Están atados al producto bruto, al crecimiento de dos clubes que por distintas razones figuran entre los más respetables del momento. El cabezazo del zaguero granate pone a la ejemplar institución del sur en un plano de destaque cuyo único pecado es que sea prematuro. Todos saben, cada domingo, quién es el cuco del torneo y, aunque los jugadores del Mellizo aguantan la tacada, las acechanzas crecen, las tácticas se esmeran, el rival de todos, parece Lanus. Pero, mientras tanto, juega bien, está invicto, sólo perdió un par de puntos, y las razones del Melli han penetrado en la sesera de sus muchachos de una manera rotunda. La escapada, como la de un ciclista al que facilitan porque recién empieza la carrera, empieza a ser peligrosa para el pelotón principal.

Entonces aparece Newell’s, ayer nomás un club desquiciado por la violencia y los manejos turbios que alivia la carga de sus pecados con el nombre de Marcelo Bielsa y lo subraya con el del Tata Martino. Y con la mochila de jugar dos campeonatos a la vez, con lo significa la amenaza siempre latente de quedarse sin nada, por ahora, rinde en los dos frentes.
Juega bien el rojinegro. Juega bien en toda la cancha y su despliegue muchas veces vistoso, siempre inteligente, acuna alegrías como la de ayer, imponiéndose a River y relegándolo a la tercera ubicación.
El gol de Scocco, magnífico en la preparación y en la precisa definición, dio al River de Ramón el escrutinio definitivo para una elección peleada sobre el número dos de los candidatos. Y los millonarios, lejos del fracaso y el reproche de los torneos pasados, reconocen que las limitaciones aun existen. Fue, para el cronista, un buen espectáculo en el marco de una fecha engañosa, de gritos esporádicos, pero de buenos partidos. De pronto, el infraescrito ha bajado el nivel de sus exigencias porque advierte que no a todo el mundo satisfizo el choque de Quilmes e Independiente. Los relatores de fútbol se dejan llevar por el vaivén de las acciones. Es la intensidad de un partido, la decisión ofensiva de los actores, lo que los mantiene alertas todo el tiempo. Gallego y De Felipe quisieron ganar y acentuaron sus pretensiones a medida que avanzo el partido. Pero el gol no llegó y un cero a cero en un partido sospechado de jugarse bajo demasiada presión, arrastra la certeza del conservadurismo, idea injusta que sobrevuela cuando el grito se diluye frente a los arcos.
Despues vino Boca para ratificar su inestabilidad. Es un equipo en la Libertadores y otro en el torneo local. Pero además, cambia a cada momento, ya no de partido a partido. Empieza para comerse a los chicos crudos y al ratito nomás es un cachorrito asustado. Pero tiene a Bianchi en el banco: quién sino él puede pegar un volantazo inesperado y el día menos pensado convertir a este Boca en un león hambriento. Todavía está a tiempo. Si eso ocurre rápido, se prende en la discusión.
Así, el torneo ya es muy superior al otro. Como los ríos en los diques, la marca más alta queda muy arriba. Pero nadie cruza caminando, como sucedía hace pocos meses. Habemus campeonato.
Víctor Hugo