Gloria en la derrota

Wimbledon, la Catedral del tenis, prestó su altar para que Del Potro y Federer jugaran uno de los partidos más extraordinarios de la historia de los Juegos. Los dos colosos mostraron un partido que el público inglés, acostumbrado a ver grandes figuras, no podrá olvidar.

Con sus distintos estilos, con potencia y estilo sublime, con Del Potro aportando su fortaleza y Federer su calidad de esteta del juego, ambos armaron una notable manifestación deportiva. La gente, con partido tomado por Federer, no pudo evitar el reconocimiento que Juan Martín se ganó por su entrega y tesón.
El partido se fue volcando para el lado del suizo por el detalle importante de tener un saque que alejaba la pelota de Del Potro. En esos saques, más certeros y con notables ángulos, encontró Federer la explicación de su triunfo. Al cruzar el umbral del empate en 17 se hizo evidente que el nuestro tenía un poco menos y sentía ahogo en las pelotas decisivas. El suizo, que parece el anuncio de un desodorante perfecto porque no transpira nunca, definió el partido después de haber construido con su vencido un espectáculo que difícilmente se pueda empardar.
También para la derrota hay gloria. También para el que cae y se envuelve la cara con una toalla para poder llorar hay comprensión del público. Ningún argentino tendrá algo para reprocharle a Del Potro, que provocó un orgullo que lo va a acompañar en toda su trayectoria. Fue más grande que nunca y la Argentina encontró un verdadero ídolo.

 

Víctor Hugo