En Mar del Plata la noche era apacible. Boca probó una fórmula que Carlos Bianchi tiene claramente en su cabeza. Esa rara alianza que el Virrey provoca entre Vélez y los xeneizes, subrayada por las presencias de Somoza, Silva y ahora el Burrito Martinez, empieza a ofrecer algún resultado positivo. El triunfo ante Independiente, más allá de las limitaciones que tienen en un cepo las ilusiones de los Rojos hace tanto tiempo, le permite a Boca recuperar la esperanza de sus hinchas.
Se miraba con extrañeza, pero sin recelo el andar de los primero partidos. Ahora, tras las burradas de Martínez, y la evidente superioridad que pudo constatarse de principio a fin, la construcción de un nuevo equipo parece posible. Aun dentro de lo provisorio que resultan los elogios del verano, al menos Boca y Bianchi recibieron por fin los suyos.
Los hubo para Racing que ganó un campeonato y para River que derrotó muy bien a Boca. Ahora es el equipo auriazul el que se entroniza en la tapa de los suplementos y el que asiste a la repetición de sus goles en todos los canales.
No sorprende a nadie que a fórmula Martínez-Silva funcione. El cronista piensa que si la salud los acompaña se cansarán de meter goles y definir partidos. Aquello de uno por afuera y otro por adentro en el que se invirtieron tantas discusiones cuando Crespo y Batistuta no jugaban juntos y después en cada ocasión en la que se daba una doble punta conformada por jugadores de parecido estilo, Boca no tendrá que padecerlo. Será muy difícil no ver a Silva y Viatri algún domingo, porque al entrenador, cuando encuentra una fórmula que lo convence, que lo satisface plenamente, es de los que se la juega y les da constancia. Incluso cuando con Martínez y Lautaro Acosta, Boca también pueda tener bajo control la idea de utilizar dos jugadores distintos en el ataque. Uno de los dos acompañando al goleador oriental, será la formula de cada domingo. Y si el Burrito insiste en actuaciones como las de Mar del Plata, guay de que lo saquen del equipo. Para Bianchi es reencontrarse en la cancha con el Mellizo Guillermo y Martín Palermo, una fórmula que le trae nostalgia y muchas certezas tanto al técnico como a la hinchada.
Como del resto del armado, se sabe que Carlos Bianchi conoce todos los secretos, lo que dejaron Martínez y Santiago Silva frente a Independiente es aliviador para la gente de La Ribera. Sí, claro, muy distinto es el caso del Rojo. Salvo que sea al revés de aquel verano en el que vapuleó a todos y luego decepcionó en el torneo, el Tolo Américo Gallego tiene razones sobradas para esa seriedad que registraron las cámaras de la televisión. El primer plano del conductor de los Diablos supo decir cabalmente cuánta impotencia genera apreciar la distancia futbolística de los planteles que se enfrentaron el sábado a la noche cerca de la playa. Mientras Boca acarició la normalidad superada, por plantel y por Bianchi, los rojos se fueron con una pregunta empecinada: qué trolley hay que tomar para zafar. Empantanado en una mediocridad lacerante, este Independiente de hoy en día no alcanza para que su rival haga volar las campanadas de la euforia. Hace un tiempo, doloroso e injusto, que es normal ver cómo pierde Independiente.
Víctor Hugo