Es imposible que haya otra guerra

Columna escrita para el suplemento especial que el diario Crónica publicó el lunes 2 abril sobre el 30º aniversario de la gesta de las Islas Malvinas.

 Malvinas, a 30 años, tiene tantas aristas para recordarla que elijo anaizarla desde la actualidad, con la actitud argentina y los países vecinos, el petróleo en la isla, la reconquista, la autodeterminación, el «apoyo» de los Estados Unidos, la mirada y el humor inglés y la locura de la muerte. A 30 años de ese episodio, un gobierno tiene que hacer, como gobierno, las gestiones que le parezcan pertinentes, las más oportunas. Y al nuestro no le está yendo mal, porque hemos visto cuál es el apoyo de nuestra América del Sur y también cuál es la postura de los Estados Unidos, que es promisoria, por los menos hasta ahora, en la medida que está diciendo con claridad: «Señores, siéntense a discutir».

 Es extraordinario lo que en estos momentos ocurre desde América Latina en apoyo a la Argentina. Es un gran momento diplomático. Si los Estados Unidos están diciendo «hay que sentarse a negociar», están reconociendo que hay algo que negociar. No olvidemos que durante la guerra fue el gran apoyo de Inglaterra; entonces este es un cambio que puede considerarse un éxito y hay que aprovecharlo, en lugar de estar buscando cuál es la ventaja o la desventaja que políticamente en lo interno se puede tener. En cuanto al petróleo que puede haber en las islas, se trata de un negocio muy prometedor. Eso justifica el costo de la actual presencia militar británica. Y el de mantener a los habitantes de Malvinas como ciudadanos privilegiados. Comparados con el resto del mundo, es una muy buena vida la que están pasando, viven como británicos aunque fuera del territorio británico.

 Hay lógica en todo esto: si los Estados Unidos lleva adelante guerras costosísimas para ellos y también para el resto de la humanidad, y si mueren miles de sus soldados y ni hablar de los que mueren en los lugares que ellos atacan en nombre del petróleo, ¿por qué ahora Inglaterra dejaría de invertir en nombre del petróleo en los habitantes de
Malvinas? «Somos ingleses», dicen los isleños.

 Algunos más bien dicen: «somos británicos y queremos vivir aquí, esta es nuestra autodeterminación». En suelo equivocado, tan solo habría que precisar. Pero hay lógica también en estos procedimientos. Los argumentos de los  ingleses, o del gobierno inglés, en cuanto a la autodeterminación de los isleños, son absolutamente increíbles. Desde 1982, en los tiempos de la guerra, naturalmente manifiestan que quieren seguir  siendo británicos y es algo a lo que tienen total derecho. No se les pide que sean argentinos. Se les pide que sean británicos pero en las islas británicas, no en las nuestras. Es una cuestión bastante sencilla. La autodeterminación de ellos es casi absurda. Ocupan un territorio, ponen su gente, y después esa gente resuelve qué se hace con ese territorio en nombre de la «autodeterminación de los pueblos». Otra parte de la mirada inglesa sobre Malvinas es la que dice: «Tenemos que defenderlas como si se estuviese por producir un ataque». O por lo menos, la mirada que ellos quieren tener, para de esa manera informar a la opinión pública. Pero está claro que otra eventual guerra es algo que no se puede producir de ninguna manera. Pero ellos, con su mirada, informan así, como dando a entender la posibilidad de que Estados Unidos podría salir en apoyo de la Argentina en una guerra y que entonces esa guerra sí podría producirse. Cuando sabemos que las posibilidades no son del ciento por ciento, sino del cero por ciento, de que esto suceda. Pero de todas maneras están preocupados. Y solo queda recordar lo que escribió el diario The Guardian, de Londres: «Tarde o temprano los isleños serán vendidos». El humor, de alguna manera, sirve para ver cómo los ingleses son conscientes de las enormes ventajas que tenían, en todo sentido, durante la guerra. Ellos, desde el humor, por lo menos, no lo ven como algo que pueda presentarse ante la historia como una hazaña, como algo absolutamente grandioso. Por el contrario marcan claramente, como hace Ricky Gervais, las diferencias que había, potencialmente, entre un país y otro. Y esto también marca la locura de aquella guerra y lo inútil que resultó la muerte de todos los que quedaron en las islas Malvinas, tanto de un lado como del otro.

Víctor Hugo