El receptor de las miradas


Columna Tiempo Argentino 29/02/2012

 Como en cualquier rincón del mundo, a Messi le tocó ser protagonista desde el primer minuto en que pisó Suiza. La gente lo rodea, lo busca de una manera tan intensa que abruma ponerse en su lugar. No obstante, se maneja con gran cordialidad con todo el mundo. Y eso es lo que se trasunta después en la cancha. También las miradas lo siguen sólo a él. Y los adversarios están pendientes de lo que inventa, de lo que hace, de lo que va coordinando. Y juega con esa misma actitud que tiene hacia la gente. Una persona que lo está pasando bien. Que está de buenas con la vida. Le sonríe porque puede hacer valer su talento. Porque se lo reconoce.

 Y porque, ahora, cada día que pasa, se lo muestra vencedor en la única batalla extraña que tenía que librar: la de convencer a los aficionados argentinos que es de verdad el mejor del mundo. Acostumbrados a discutir sus propias bondades, los argentinos tardaban en reconocerlo. Pero después de aquel segundo tiempo ante Colombia, nació una nueva relación. Y estos partidos, más la continuidad de sus éxitos en el Barcelona, que ahora se suman a los de la Selección y no aparecen como una contradicción son los que le están dando esta inmensa alegría. Se hace querer por los compañeros, lo buscan, lo miman. Y él comparte las oportunidades con todos. Cuesta encontrar ocasiones, igual que sucedía con Maradona, que haga la jugada que no hay que hacer.  La capacidad de Messi es que si bien tiene aquellas condiciones artísticas de Diego, igual no se entretiene en el regocijo de esa habilidad sino que la pone siempre al servicio del equipo.

 Fue la figura excluyente. No tanto por continuidad sino por la jerarquía de las jugadas que urdió para que la victoria pasara por él. Es verdad que también fue interesante ver a Federico Fernández y Garay como una dupla de espigados y concentrados  zagueros, fue bueno lo de Sosa, no desentonaron los demás, incluido Campagnaro. Que Agüero fue brillante en algunos tramos del segundo tiempo, un socio que a Messi le cae como anillo al dedo.

 El rival no fue del primer plano. La victoria debe tomarse con pinzas. Pero esta ciudad, agradable, limpia, como todas las de Suiza, también pudo apreciar un fútbol que se correspondió con esas características. En el río Aar los patos lo pasan muy bien. También hay algún pato. Allí disfrutan de ese mundo tan limpio. Así fue el partido. Contaminado de nada. Disputado con frescura. Que si no fue algo de otro mundo, fue entretenido, muchas veces por Messi.

 Aquí Albert Einstein pensó la teoría de la relatividad. Lo hizo en una casa, hoy convertida en museo, en el segundo piso de una calle de arcos medievales que es patrimonio histórico de la humanidad en esta ciudad con nombre de oso. Allí vivió. Pues bien, tomémoslo al gran sabio para decir que todo es relativo. Y ver así la victoria ante Suiza: por la limpieza de los procedimientos y por la acción convincente de Messi en muchos de los momentos.

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