«El buen año que tuve», columna exclusiva para la web del 19-12-2011

Un  periodista que respeto como uno de los mas éticos del medio me dijo el sábado 17 de 2011, a la salida de Radio Nacional, que se alegraba por el buen año que tuve. Fue un disparador. Me fui pensando por la calle Tucumán en eso. Estaba apurado pero se me escapó un taxi que pasó a medio metro. Seguí enganchado con la frase generosa del colega, preguntándome si al cabo de tanto lío el balance ha sido bueno. Después de majules y magdalenos, de la acusación de haber sido corrompido por un gobierno con el que no tengo relación, salvo las breves escaramuzas de los encuentros en un acto o un reportaje, de haber estado unas diez veces sometido a la injuria del grito de la vereda de enfrente o la voz que intenta hacerse oír en la foyer de un teatro, acusatoria y vaga, y femenina; ese es un detalle extraño: tienen más coraje para la acusación burda las mujeres, acaso porque saben que a ellas no se les puede responder lo que a un hombre -de la impotencia ante la falsedad y la fealdad-, ¿el balance puede ser positivo? Después del ataque sistemático de Clarín, La Nación y Perfil -he acumulado un bibliorato de cientos de páginas en un año y medio, denunciando, sugiriendo, alimentándose los unos a los otros para que la acusación no pierda fuerza, alternándose en la mentira para que no se agote en pocos días-. La imagen… ¿sigue en pie? ¿El cuento de los 10 millones de dólares con los que fui comprado que llegó a los millones de personas que llegó, junto a los videos armados por la misma gente de Clarín de la calle Perú, cuánto erosiona a una persona? Lo único que le pido a la vida es que nunca esté compartiendo conmigo ni un café, el que se dio por amigo y haciéndose el impactado lo hacía llegar a más y más gente con el título de: «¿A vos te parece?». La historia de «Bajada de línea», limpia como nada puede superarlo dentro del periodismo, sometida a la duda -es verdad : de los que quieren dudar, de los que se enferman de odio, de los que se quedan sin argumentos- llevándome a publicar la intimidad de cuanto escribí en la intimidad de la producción desde cinco meses antes de existir el programa. La denuncia para vender libros de una editorial de vergüenza de que afeó mi relación con la Afip, hecha por uno de los pocos periodistas conocidos, sino el único hoy día, que afronta una denuncia penal justamente por el delito de usar facturas truchas y de falsear balances, denuncia que disfruto porque espero justicia para la demanda que haré y ustedes conocerán dentro de muy poco, aquí mismo. Quiero hacer mi balance poco a poco a poco en estos días. Será con notas como éstas y con videos (un asunto que me entusiasma, porque aunque no entiendo mucho de internet le voy a dar mucha importancia en mi vida a esta página, algo que ya comprobarán). La historia famosa de la presentación de un libro, la destrucción puntillosa de un capítulo infame en tiempos en las que algunas editoriales son más feas que el Grupo «Clarín» (salvo que se confirme la sospecha de que en realidad, también le pertenecen). Lo que sucedió el día que Alfonsín vino a la radio, la trampa. Lo que había sucedido antes.  Tengo ganas de que lo lean poco a poco, por eso lo promociono. Mi deseo es que no sean ellos los únicos que escriban mi biografía. Los voy a pelear. Como termino hablando de facturas en la nota de hoy les contaré algo muy interesante, eso creo al menos. Mañana o pasado la seguimos.

 

Víctor Hugo