Les he mencionado al menos cuatro episodios kafkianos en mi vida.
Uno de ellos es haber sido una persona comprometida con mis ideas aun en tiempos de dictadura y, sin embargo, afrontar en medio de la contienda periodística de hoy, alguna insinuación contraria a ese comportamiento. No bastó la simple demostración de confianza de las autoridades de la izquierda uruguaya, el ofrecimiento de cargos, o los hechos no desmentibles de haber estado preso, prohibido, y haberme ido del país durante el apogeo del gobierno militar.
El segundo hecho de mi vida que defino como kafkiano cumplió años el 21 de junio.
En el contexto de las hoy caducas peleas en el ámbito futbolero, en el año 84 (tres años después de la llegada al país), nació una historia que hasta hoy se despereza de vez en cuando, sobre todo al presentarse algún deseo de descalificarme.
Se dijo que cuando vivía en Uruguay había sido antiargentino.
Se situó el hecho en tiempos del Mundialito del 81, pero luego hasta los «denunciantes» advirtieron que era absurdo. Ya era conocido que venía a trabajar en la Argentina. Entonces ubicaron la historia en enero del ’79, ocasión de un sudamericano juvenil.
Ese mismo mes apareció mi primer libro, «El Intruso», y en él está la nota que había escrito en ocasión del partido Argentina Perú, del que el pasado jueves se cumplieron 34 años.
La simple lectura de la nota debería constar como prueba del infierno que se ganaron aquellos mentirosos. Vale la pena leerla para entender cómo se puede mentir en el afán de destruir a una persona.
Durante varios años debí enfrentar a los que para poder descalificarme apelaron, por ignorancia o por odio, y me agredieron de diversas maneras.
El grado de la injustica cometida por ellos, es documentada por la nota que pueden leer a continuación.
Piensen que la nota no fue escrita para un medio argentino, sino en un diario del Uruguay, en tiempos de mayores controversias deportivas; hoy felizmente la globalización, que a veces para algo sirve, provoca una relación muy diferente entre los amantes del fútbol de ambas orillas.
Aquí la nota que reproduzco en la página 102 de mi libro «El Intruso»:
Víctor Hugo