Calle 13 y la hipocresía detectable

 Calle 13 llega a Luján de Cuyo en medio de una polémica hipócrita.
 
 El precio de lo que cobra Calle 13 es bajo para su cotización internacional.  100 mil dólares pueden obtenerlos sin el ajetreo de ir hasta Mendoza.  A la pasada por Buenos Aires llenan un sólo Gran Rex a 50 dólares y recaudan 150 mil.
 Han «hecho precio»; han tenido buena voluntad.
 Las preguntas a formularse en esta nota son las que despejan el camino.
 ¿Existen fiestas populares si no las bancan los gobiernos locales o nacionales?  ¿Es fácil para el grueso de la población pagar entre 50 y 100 dólares?   Si no son fiestas populares, la gente del medio para abajo, ¿Cómo las disfruta?
 ¿Hay un derecho a la fiesta, al entretenimiento, al disfrute de los ídolos que los medios y ciertas circunstancias nos crean?
 ¿O hay que eliminarlas para siempre, borrarlas del mapa en nombre de todo lo que hace falta nada menos viendo como están algunas calles?
 ¿Cuando se hacen en Buenos Aires grandes fiestas como las del tango, alguien cree que las paga un sponsor?
 Los maravillosos carnavales de Lincoln o 25 de mayo, los imaginan ustedes sin la energía de sus gobiernos locales?
 ¿La del chorizo, la del carnero aturdido, la de la flor cuadrada?
¿El Colón, el Cervantes, el San Martin, el Argentino de La Plata?
¿Las orquestas de música, las bandas?
Ponga usted lo que falta.
Discutamos si vale la pena el entretenimiento o no. El acceso de todos al mismo.
 Igualar aunque más no sea la sonrisa, ¿No se puede?
 Si no se puede, apaguemos todo, y chau, nos vamos.
 Pero si no es así no le faltemos el respeto a la inteligencia de la gente.
 La hipocresía es un mal mucha veces detectable.
Víctor Hugo
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