Riquelme había decidido ponerse su traje de fantasía y en el primer tiempo, sobre el final, ya sus jugadas mágicas estiraban a Boca a una victoria que empezó a consumarse cuando Mouche, con mucha fortuna, anotó desde lejos un gol con la única pretensión de tirar un centro.
Boca se ponía en ventaja, pero era al cabo de una excelente jugada y un tiro magistral de Román, que el arquero había desviado al córner. De allí vino la conquista inicial para los Xeneizes. Inmediatamente, Riquelme siguió haciendo pases mágicos, sacando conejos de la galera, moviendo el bastón para que el equipo continuase en una actitud ofensiva y lujosa. Y con Silva, con Mouche, y antes con Rivero, armaron una jugada que parecía liquidar el partido. Era un golpe de nocaut para ese Lanús que asistía a una decadencia que abultaba las diferencias en ese primer tiempo.
Pero Boca y la euforia, como mala consejera, se quedaron. Y un centro cualunque le permitió a Pavone, solo, libre, completamente olvidado por los defensores de Boca, convetir un gol que daba incertidumbre a la Bombonera. Las sospechas se centraban en las tribunas. ¿Boca podía retornar, con la influencia de Riquelme, a esos momentos lujosos del primer tiempo? ¿O Lanús saldría de esa modorra a la que se había involucrado en los primeros minutos?
Boca había desaprovechado su momento más lujoso, y ahora era mejor Lanús, con un trabajo magnífico de Camoranesi, y de Pizarro, un jugador que seguramente Europa se llevará con un lazo. Ellos fueron promoviendo que el Granate, con un aumento de Valeri y una gestión de Regueiro más Pavone, convertido en un verdadero tanque, se convencieron a uno y otro, y a todos los hinchas, que ese partido no tenía otro destino que el empate.
Y llegó, al cabo el empate de Lanús, que lo merecía. Era gol de Pavone, con una gran media vuelta que el pie de Orion había desviado. Llegó el salto de Goltz, de dos metros, con ese cabezazo en el ángulo.
Dos a dos, Estábamos viendo un espectáculo completamente distinto. Y Boca perdía, para colmo, a Clemente Rodríguez, que se puso protestón. Pezzotta lo echó en una tarea sin fisuras a lo largo del partido. Con ese hombre menos a Boca le quedaba el coraje. Le fue suficiente para mantener el resultado. Lanús se lanzó más al ataque, pero siempre con el Xeneize invitando a soñar con algún contraataque, y con el aliento de su público.
El partido fue inclinándose hacia una paridad que era un muy buen negocio para ambos equipos. Para Lanús, porque venía de malos resultados, y empatar en la Bombonera nunca está tan mal. Y para el equipo de Falcioni, después de esos brillantes momentos del primer tiempo, y de perder a un jugador, no era tan mal resultado no perder y quedarse a un punto de Estudiantes de La Plata en la punta del campeonato. Tienen ambos, también, motivos para masticar rabia. Boca desaprovechó la ocasión de alzarse con una victoria lujosa. Lanús tuvo una oportunidad estupenda, que primero le regaló Boca y que después consiguió por sus méritos. Balance positivo para los dos equipos, si se sabe mirar el vaso por la mitad.
Víctor Hugo