Fortaleza, sus 29 grados, el amarillo rotundo de las tribunas, el aliento sostenido de los 90 minutos, la decepción creciente de ver a un equipo como cualquier otro, sin vuelo, sinjogo bonito, sin alma de Brasil. Un bossa nova tristón, cadencioso, con el gesto de antes pero sin la coreografía de otras épocas. Sin carnaval, sin apoteosis.
Eso fue el dueño de casa en este mundial que lo obliga a ganar como ningún otro. Más que en el 50 porque entonces no se sentía tan grande, ganador de varios mundiales y primero en el escalafón, casi siempre. Y tan exigido, verlo tan impotente, repetido, dependiente de Neymar, superado en muchos pasajes por el seleccionado mejicano que si se animaba a más le ganaba, provoca una mezcla de sorpresa con ilusión.
Diga que este cronista fue testigo del Mundial 82 y vio a Italia ser primero una lágrima operística para convertirse hacia el final en una tarantela inolvidable que se quedó con un mundial del que estuvo a punto de irse en la primera ronda. Porque de lo contrario, de no mediar experiencias tan traumáticas de pronósticos fallidos como el que todos daban en aquel mundial, la crítica al Brasil sería más profunda, casi que animándose a quitarle el favoritismo con el que partió hace una semana. Hubo que esperar a los 24 minutos del segundo tiempo para que el equipo de Scolari tomase el control del partido. Como el control remoto del televisor, ese comando se lo disputó Méjico palmo a palmo hasta ese minuto en el que los de Miguel Herrera, pareció que se caían como el boxeador que ha recibido un golpe que no fue advertido. Ahí Neymar, Jo, Thiago Silva de cabeza, estuvieron por ganar el partido.
Dado el empate que había en las tarjetas de los jurados, hubiera sido correcta la victoria de Brasil. ¿Pero que hubo en los 65 minutos anteriores al quiebre? Un partido parejo,de ritmo aceptable, pero sin grandes luces, con los mejores jugadores de ambos equipos apagados, en el que Méjico se dedicó a patear de afuera y Brasil intentó llegar hasta las barbas del excelente arquero Ochoa. En todo ese recorrido, los argentinos en la concentración se deben haber dicho por lo bajo que el rival grande es Alemania, acaso Holanda, pero que Brasil está muy ganable.Y ese es un dato positivo frente a la idea con la que llegó todo el mundo de que el mundial es un trámite para Brasil. La aparición de Bélgica en el segundo tiempo de su partido con Argelia, fue un hecho no por previsible destacado, en cuanto a los méritos que prometía.
Mientras en Fortaleza miles de brasileños partieron pensando que el sonado Brasil ya no lo verían en ese estadio, los hinchas de Bélgica, en este mundial de afluencias increíbles de público extranjero, se fueron con una cerveza y una canción por las calles de Belo Horizonte.
El mundial está al alcance de cualquiera de los buenos. Y esto incluye de manera especial a laArgentina, que ayer practicó con cuatro defensores, tres volantes y tres delanteros, sin Di Maria y con Gago aún entre los suplentes permitiendo la entrada de Enzo Pérez, jugador que, opina el firmante, está muy metido en la cabeza de Sabella. Pero lo mejor del día no fue la buena práctica, sino ver a Brasil, sin asustarse.