Boca se aferra a la punta con un triunfo bastante menos sencillo de lo que parece

El Xeneize arrancó para demostrar que no le pesa la presión que le viene metiendo San Lorenzo, que en las últimas semanas gana el sábado y espera qué hace Boca el domingo. Pero el gol no llegó y encima, el Tomba se entusiasmó. Claro que cuando puso quinta marcha resolvió el pleito y se mantuvo arriba, sumándole tensión al clásico con el Ciclón.

San Lorenzo volvió a meter presión desde su triunfo esforzado y angustioso del sábado ante los Bichos de La Paternal. Obligaba a Boca a una victoria para no quedarse atrás. Y Boca puso en la cancha la consigna de un triunfo inmediato, sustanciado ya en los primeros minutos. Entonces, resultó interesante su despliegue, la velocidad y la sorpresa que imprimió a su juego. Los mendocinos de Godoy Cruz parecieron sentir en La Bombonera el empujón hacia su arco y quedaron unos minutos acorralados y confundidos.

Pero el gol no llegó y las ínfulas xeneizes  perdieron su vivacidad. Así, Godoy Cruz pudo abandonar el sector de las cuerdas y dar un paso al frente. Llegó al centro del ring y allí empezaron a cambiar golpes por golpes. Sobrevino un tramo parejo, sin ventajas, con buenas jugadas y emociones en continuado. En ese desarrollo sin indiferentes en la cancha o la tribuna, Rodrigo Rey y especialmente Guillermo Sara anduvieron en problemas, más aún el de Boca, salvado por el Cata Díaz con un cabezazo, cuando Fabrizio Angileri había metido un sombrero con mucha picardía y ya festejaba la conquista.

Porque es bueno el medio campo de los mendocinos, con cuatro fijos pero con ayuda de Juan Fernando Garro y Leandro Fernández, los delanteros impusieron un ritmo en el que los xeneizes, con solamente tres en esa zona de la batalla, parecieron desbordados por las exigencias.

Boca estaba en problemas y el público, que conoce ese estado y qué debe hacer, se quedó con los cantos a media voz. Todo había mejorado para los cordilleranos cuando, justamente en el período de méritos más definidos, bien cerca del final de la primera mitad, Carlitos Tevez pechó, se hizo empujar, impuso su inferioridad para que le diesen un foul en una zona muy propicia. Fue su centro ajustado y el cabezazo de Marcelo Meli lo que vendría a provocar la primera gran alegría de la tarde, mientras se caía el telón al cabo de un espectáculo de buen nivel.

El segundo tiempo fue menos claro y hasta el penal que le dieron a Boca fue ciertamente discutible. No obstante, el equipo dirigido por el Vasco Arruabarrena mejoró ostensiblemente su nota y se fue convirtiendo en un legítimo vencedor antes, incluso, de anotar ese penal del que se encargó el Apache con la precisión que siempre tuvo y que acrecentó en Europa.
La presión, el anticipo, la actitud de pirañas de un equipo que acortó la distancia entre sus líneas, fue decisiva para denunciar los problemas que estaban bajo la alfombra de los mendocinos. Pudo disimular, mientras Boca le permitió hacer lo suyo en la primera parte de la tarde. Pero luego, a la hora de presentar las credenciales, faltaban algunos papeles.
Erbes y Meli, Tevez y Peruzzi a la derecha, Tevez y Colazzo a la izquierda.
Esas pequeñas grandes sociedades con camiseta azul y oro le quitaron el aire al adversario, como un boxeador que tira el cuerpo encima del rival y lo arrastra a su juego predilecto. Y en ese forcejeo ganó Boca, en la poca claridad que se asentó en el desarrollo, sacó un campo de distancia y justificó el triunfo.

Bien atrás con Rolin y el Cata Díaz más a gusto, justamente por la presencia del back oriental. Más firmes que nunca los laterales, sin brillo, sin adjetivos, sin metáforas, sólo con su pasión y empuje, como si la influencia de Tevez lo impulsara a esa característica, el cuadro del Vasco dominó el partido y se acomodó al lado de San Lorenzo en un mano a mano que se perfila como la definición más probable y de la que habrá un capítulo crucial, dentro de dos semanas.