Con un oído pegado a la pared de la montaña, los chilenos escucharon el mensaje que dejó el Tata Martino en el amistoso de San Juan.
No habrán de quejarse los sanjuaninos. Pocas veces un amistoso es tan entretenido de principio a fin, y este cronista puede contar con los dedos de una mano en cuantas ocasiones hubo una generosidad igual.
El viento zonda, ladino y enfermante, arrojó sobre la tarde la sospecha de un partido imposible por las condiciones del tiempo. Pero este sábado la selección albiceleste podía parar hasta el viento, dejarlo mudo, quieto en ese valle de viñedos y parrales.
El cronista repasa el partido y mantiene intacto el asombro y hasta la gratitud porque sabe que estos lances preparatorios suelen ser un bodrio y resulta que esta vez se quedó con el regalo de un enfrentamiento precioso para relatar, y lucirse, gracias al material que la selección entregó minuto por minuto.
Hubo actuaciones magníficas como las de Banegas y Di María, aportes irreprochables de Gago y Pastore (jugador que uno tiembla de pensar que lo pueden mandar al banco a raíz de la sobreabundancia de calidades individuales) y una refinada colaboración del resto en el trato de la pelota, el desmarque, el pase justo, la búsqueda siempre insidiosa del arco de Bolivia.
Pero lo más resaltable es que hubo una actitud colectiva tan solidaria para quitársela al rival que terminó siendo ese el dato más elocuente del nivel que puede alcanzar el equipo, al cual es inimaginable no tenerlo en la final, dicho asi, casi austeramente, para no caer en el reclamo anticipado de la Copa.
Aparecieron cosas del Tata que se conocen desde los los tiempos de Libertad de Asunción, en la rotación sostenida, las diagonales de Roncaglia y la ruptura
con las posiciones fijas.
No podía ser mejor la llegada a Chile. Quienes hayan visto el partido, no deben guiarse tan solo por el despliegue visual de los jugadores cuando tuvieron la pelota porque de eso, en una noche inspirada, el fútbol argentino tiene mucho para dar.
Lo que vale especialmente de la actuación del sábado es la actitud y la inteligencia para presionar al adversario de tal forma que cuando líneas más arriba se escribió la palabra impiadosa, fue consecuencia de que en algún momento partía el alma ver la insistencia en impedir cualquier movimiento boliviano.
Y después, venía lo mejor.