Antes la Gral. Paz. Ahora Famatina. Siempre la cuestión ambiental

  En 1991, «La Mañana» se llamaba «La Radio» y duró una sola temporada, al cabo de nadar en contra de la corriente neoliberal-menemista de la época y convertirse en un programa económicamente insostenible.
 «Va fenómeno el fútbol», me dijeron,» ¿para que pelearnos por esto otro?».
 Año de María Soledad en Catamarca con las coberturas en directo de Darío Villarruel, de poner móviles donde echaban gente (y la radio perder avisos; es verdad, tenían razón), el 91 marcó también la primera aparición de los ambientalistas.
 Ahora que Famatina, y la minería a cielo abierto me ponen más cerca de ellos que de los trabajadores de las minas, y por supuesto de los intereses empresarios, y me ubican receloso con respecto a la acción del Gobierno nacional, recuerdo los días de la ampliación de la avenida General Paz. La película llega con esos charcos amarillos de las viejas cintas, pero veo a los vecinos de la zona abrazados a los árboles que serían derivados.
 Y allí estaban los ambientales a los que dábamos micrófonos y respaldo, haciendo oír su voz, de incipiente penetración entonces. Me  pregunto hoy, ¿qué sería de Buenos Aires si no hubiera sido construida la obra que permite el paso de millones de autos más que en aquella época?
 La cuestión ambiental tiene un prestigio que me provoca temor a veces.
  La izquierda y la derecha se abrazan para mi turbación.
 Aquellos porque consideran el asunto parte de su repertorio de igualación y además del ambiente les preocupa el abuso del norte sobre el sur, que nos conviertan en basurero del mundo y campo de experimentación. Porque la suciedad del mundo es capitalismo en estado puro y no puede hablarse de lo que se afecta al ambiente sin hablar de política.
 La derecha aprovecha para levantar muros y defender lo ya conseguido.
 Los diarios y medios poderosos que recién ahora se ocupan de Famatina contaminaron siempre el San Pedro.
 No es siempre la mugre del mundo lo que los moviliza, sino mantenerlo lejos. En eso están los países centrales de la economía mundial.
 Famatina emerge como un asunto más sencillo.
 La minería a cielo abierto parece condenada por la cantidad de agua que necesita y el arsénico que sobrevuela las discusiones.

 El gobierno nacional de estos años ha sido un especialista en construir poder. Eso es positivo o negativo, según los casos. Bueno para pelear contra lo establecido, ahondar causas sociales, incluir, igualar, y hacerlo con el suficiente poder como para afirmar esos ideales. Malo por ciertos precios a pagar con gobernadores a los que se deja hacer demasiado en espinosas cuestiones sociales.

 Famatina exige pronunciamientos. Si para uno desde el llano el mero enunciado provoca dudas, es comprensible que para el Gobierno sea un hierro caliente.

 Pero para eso está.

Víctor Hugo