Año nuevo, fútbol viejo

Tiempo Argentino – Lunes 09/01/2012

En torno a Boca, como la semana última alrededor de Leonel Messi, giran los comentarios y especulaciones. La presencia de Juan Román Riquelme recuperado es una postal de la serenidad con la que los xeneizes, distendidos y confiados, encaran el año 2012. El 10 es uno de los ejes de ese Boca que se parece a una laguna en el atardecer, cuando nada se mueve y la paz parece un bien conquistado para siempre.

Cuando venían las elecciones y el crack manifestó su inclinación hacia el entonces presidente Jorge Amor Ameal pudo concebirse que esa era la piedra fundamental de futuros padecimientos. Llegaron las elecciones y la nueva directiva tuvo muñeca para disimular el disgusto de entonces: lo dejó a Riquelme en paz con su pasado amealista y su futuro amasado en una respetuosa convivencia con Daniel Angelici.

A pleno sol, departiendo amablemente con Falcioni, al cabo de una pulseada de la que ambos salieron bien parados, en la resolana de la burbuja que parecía envolverlos, Riquelme, Falcioni y los demás, se dejan fotografiar con displicencia aprendida. Boca está bien. Los números cierran, como cualquier campeón que se precie no tiene nada que explicar, y su favoritismo, a diferencia de lo que sucedía un año atrás, es una de las escasas certezas del medio.

También está latente el desafío del Chaco, el 25 próximo. Bastante se habla ya de ese partido con River, vendido de antemano con una manifiesta actitud marketinera. Pudo prescindirse de ese encuentro como pedía Daniel Passarella. El riesgo pende como bajo una espada sostenida por un hilito porque los humores del fútbol son de los menos controlables. Si a un jugador le molesta que le tiren un caño porque siente que lo están sobrando, es incuestionable que deberá trabajarse con mucha inteligencia para evitar desgracias. Todo ocurre en el marco del fútbol del verano, tan folklórico como las jineteadas de Villa María, los cantores de Cosquín, las bellas mujeres de los teatros.

Eneros que confunden como el año pasado, cuando Boca era el campeón de las altas temperaturas y se derritió en el bochorno de un 4 a 1 de local frente a Godoy Cruz, en el debut por los porotos. Eneros que mal preparan a los equipos por un puñado de dólares. Un asunto viejo como el ocio que es una parte de la explicación de lesiones y equipos que completan su preparación sobre la marcha. Los jugadores vuelven con el saborcito del pan dulce en el paladar. Con el último crunch de los turrones, se visten con un desgano de 30 grados y arrastrando los pies caminan hacia el odiado profe que lo primero que les va a pedir es un trote. Estaban tan bien durmiendo hasta cualquier hora los muchachos y ahora les piden un trote. Pero en vez de que las elongaciones sirvan para el largo plazo, y de cumplir las hazañas de subir y bajar médanos con una carga en la espalda, ya les están pidiendo que salgan a la cancha. El negocio los llama. Y ellos son la materia prima.

Después vendrán las quejas de los aficionados y los críticos. El no se juega a nada lapidario, los espera como una sombra a la vuelta de la esquina. Cuando el verano incorpore los torneos, la Copa y el campeonato local, no empiezan de cero. Nunca parten desde el mejor estado.

Empiezan a correr las apuestas. Como Boca se tirará a la Libertadores, las acciones de los demás crecen. Las de Vélez y Lanús porque se sabe de antemano que han hecho todo bien. Lo de Estudiantes porque tiene a Verón en su despedida y querrá hacerla inolvidable. Se quedó Teo y Racing y los hinchas de Racing se tientan con la ilusión. San Lorenzo hace algún ajuste. Ahí anda Independiente una calificada incógnita.

No está River. Boca estará a medias. La verdad es que no se pierde nada con tirarse un lance, aun con lo poco que se tiene.