And the winner is…

 El Oscar fue el ganador. Ustari se quedó con el único premio posible para Boca, cuando el sábado fue superado claramente por All Boys. La gente lo mira a Bianchi.

El Oscar fue el ganador. Ustari se quedó con el único premio posible para Boca, cuando el sábado fue superado claramente por All Boys. La gente lo mira a Bianchi. Y el Virrey blande sus pergaminos como alguien que se prepara para enfrentar un motín, y prepara el escudo a usar. El motín tendrá forma de periodistas que pasarán por encima de todo lo que sea racional para ir directamente al grano. Si no ganás, fuiste. Y los cuadros de postgrado, los colgás en tu casa. Aquí queremos un poco de sangre. El olor aunque sea. ¿Sos vos el culpable? ¿Envejeciste? ¿Te quedaste fuera de training? ¿O son  los jugadores? ¿Entre ellos, cuál fue el más culpable? ¿A quienes vas a sacar y a quienes pensás poner? ¿Hay jugadores que ya cumplieron? ¿Se viene una limpieza? ¿Salvo Ustari, a quien salvás? ¿La única solución es Riquelme?  ¿No tenés o no querés enganche?  Bianchi es hombre con calle, se sabe. Elegirá  un cóctel de respeto y recordatorios. No puede hablar contra los jugadores, pero tampoco aceptará críticas a su persona. La culpa no la quiere nadie. The winner is el Oscar, dirán toda la semana. Y Ustari que tenía los guantes asi afuera de Boca, se rumoreaba, dejó de ser actor de reparto. ¿Y por qué? Por lo que Bianchi no puede decir. “Señores periodistas, diganmé, salvo el Burrito Martínez y un poco Burdisso, qué jugador de Boca es más, claramente más, que el que ocupa su puesto en All Boys. Entonces, lo que reaparece es el drama de los grandes. No son más que nadie si aplicamos el gramo por gramo de Principi. Entonces, Boca, ¿jugó mal o, con materiales parecidos, All Boys, esta vez anduvo mejor? El cuadro de Floresta salió convencido de ser más que Boca. El Pepe se lo metió en la cabeza. No somos menos. No somos fracaso. Estamos bien, les vamos a ganar. Y desde el primero hasta el último minuto, fueron superiores. El Pepe le lleva a Bianchi la ventaja de tenerlo armadito al equipo. Le pone ideas como esa del inesperado Ahumada sorprendiendo porque a nadie se le ocurrió nunca que el extraordinario pistón de Zárate, pudiera pisar el área rival una vez en su vida. El Virrey debe armar un cuadro, urgido por exigencias mayores que las de su colega, y con artículos bastante parecidos, mientras la mirada de los otros oscila del encantamiento al recelo.

 Azarosa la vida de los tecnicos. Américo Gallego vive los mejores 15 días de su último año. Ayer cuando terminó el partido que Independiente le ganó a Racing, un enjambre de periodistas se lanzó a la caza de un hombre que hace 15 días estaba a la defensiva, receloso en cada pregunta, dispuesto a devolver las preguntas provocadoras con la velocidad de Maravilla Martínez. El Rojo ganó un buen partido, con un gol al principio y otro al final, dejando en el medio 90 minutos tensos de intenciones plausibles, dinámico y por ende enredado, pero buen espectáculo al cabo. Tuvo Independiente un jugador extraordinario en el colombiano Vargas, pero el lucimiento mayor lo alcanzó como equipo. Fue en el toque y en la rotación, en la pelota de rastrón y en la tenencia, donde hay que poner el énfasis al evaluar su buena actuación. Segundo triunfo consecutivo, festejo catártico hace mucho tiempo contenido y esperanzas firmes de pegar un salto de calidad. Racing no defraudó, pero se nota que no es el mismo del final del año, y fue superado por los Diablos. Redondamente, podía decirse que el Infierno estaba encantador.
Y si de técnicos de trata, fue abrumadora la demostración de optimismo y olfato de Ramón Díaz para dar vuelta un partido que se le presentaba muy cerrado y complicado a River para llevarlo superar a Tigre y  mantener la punta del campeonato. Pero no sólo eso. También eleva a los cielos la ilusión, la fe, la confianza. Ramón le devolvió a River la mística de su historia. Y no es poco.