«ALGO MÁS DE MI RELACIÓN CON KIRCHNER», columna exclusiva para la web del jueves 22/12/2011

 Amigos,  debo reconocer que estoy entusiasmado con la página.

 Pido disculpas que por un tiempo haya insistencia autorreferencial, aunque procuraré alternar siempre con lo que entiendo que es de interés general cada día.

 Debo decirles que el origen de la página, lo que me convenció de tenerla es, justamente, pelear desde aquí por mi buen nombre periodístico y para eso necesito algunas catarsis y ofrecer ciertas «pruebas».

LA NOTA DE PERFIL ESCRITA EN 2007  (Alguna vez les contaré como me fui de Perfil. Pero esa es otra historia).
Les ruego que al leer la nota titulada «Pudo ser Fontanarrosa»(de la sección «columnas») presten atención a algunos aspectos que voy a enumerar para que se entienda su valor.
-la nota pelea con clarín (o como se llamen sus empresas).
-confrontación con los periodistas de los medios afines a la televisión del fútbol  (clarín)
-con Grondona y los demás dirigentes
-con el Gobierno.
-en los años anteriores conduje «Desayuno» en Canal 7, y por cierto, no me importaba hablar así del Gobierno.
Me voy a detener en lo que digo allí de Kirchner.
La última frase(«El Gobierno sabe quién es Grondona, nadie puede no saberlo en el país. Trata diariamente con las empresas que lo dominan. Sa­ben cuánto grupo hay en el asunto. Pero no está dispuesto a dar la batalla. Sueña, quizá, con destruir a un gigante que al final, lo sabe, le jugará siempre en con­tra, una vez consumados sus caprichos, y calmada su voracidad, pero no se ani­ma. El coraje del atril famoso conoce sus límites. Es esa inteligencia su debilidad moral») de la primera parte parece lapidaria, si no fuera porque todos sabemos lo que ocurrió después con esa historia.
Kirchner, decía, tenía un límite para la fuerte personalidad que había aplaudido en un comienzo (lean en la sección «entrevistas» una nota que que me hace la revista Pronto en diciembre de 2003 donde manifiesto la esperanza que me provocaba Néstor Kirchner al asumir: «No sé si identificado. Yo me siento partidario de lo que está ocurriendo. Creo que hay un margen de dignidad que este pueblo necesitaba imponerse a sí mismo y que el gobierno está encarnando esa idea. En la relación con el FMI, en la luha con los que han lucrado en la década infame de los años ´90, que como cometieron un genocidio en la Argentina, se ve que este gobierno quiere imponer el triunfo del hombre común y eso es saludable»)  y ese borde de su potente discurso era Clarín.
Aquella frase que escribí para Perfil es al mismo tiempo demostrativa de lo difícil que yo mismo acordaba era pelear contra el Grupo. Esa dificultad es la que marca el alto grado de admiración y respeto que llegó después, cuando el balance de Kirchner incluía haber tenido el coraje que esa nota reclamaba.
Cuando Kirchner empezó creí en él. Su discurso inaugural fue un bálsamo en aquel entonces de tanto entreguismo. El retorno del Estado  (si leen algo nomás de «Un grito en el desierto» verán por qué), los derechos humanos, el «somos hijos de las madres de Plaza de Mayo».
En ese entonces Kirchner, a quien nunca conocí, me ofreció a través del entonces vocero presidencial Miguel Núñez la presidencia de Canal 7. Miguel me decía: «Abrí la puerta y lo saludás». Pero no me animé. Siempre he temido al contacto con los deportistas y gente de poder. Algo se debilita en uno cuando los conoce. Con Diego Maradona, les consta, nos tratamos de usted.  Dije que no al ofrecimiento y me fui de la Casa Rosada. Fue la única vez que estuve allí, creo. Ahora siento que me  hubiera gustado darle la mano. Pero aumentó mi recelo lo que me había dicho Adrián Paenza después de tratarlo: «Es un tipo tan cálido y tan increíble que no podrías creerlo». El mismo Adrián me apuntó que se sentaron y el Presidente le dijo: «Bueno, hablame, yo necesito escuchar gente como vos».
Adrián se cayó de espaldas.
¿Que pasó luego con Kirchner y su Gobierno? Lo irán viendo poco a poco. Pero en  esa nota que los muchachos de la página pusieron ayer, empieza la explicación. Alguien que tranzara con Clarín era como un enemigo más. No soy adivino, por cierto. Era imposible saber entonces que ese hombre me daría la mas grande de las alegrías de mi
vida profesional. Les regalo el gol de Diego a los ingleses, la medalla de oro de la Selección de básquet en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Para mi hambruna ética, para mi absurda lucha (absurda entonces, no tanto ahora) contra el cáncer moral de la sociedad argentina; la pelea de Kirchner con el Grupo Clarín es, al tiempo que el mayor regalo para el futuro de la sociedad argentina  (en lo que atañe a su relación con los medios y en eso, va todo; la política, la economía,  la  dignidad, la soberanía. Es decir, cuanto envenenó el Grupo para su provecho), la demostración de coraje más alta de la historia política que conozco.
Y no sólo de la Argentina. Me faltaba conocer algo muy importante del hombre que estaba detrás del atril.

Víctor Hugo