Conversaciones Parte 4 – 05/05/2011

Por Julio Bocalatte y Marcos González Cézer
Para la Agencia de Noticias Télam
 La charla con Víctor Hugo Morales llega a su final. Y el último repaso es sobre su historia personal con los Mundiales, desde el de Argentina 1978 al de Sudáfrica 2010. Siempre, claro, con la imagen de Diego Maradona sobrevolando.
-¿Qué es un Mundial?
-Es una carrera de 100 metros, normalmente un impostor en cuanto a los resultados porque puede ganar cualquiera. Los de México 1970 y Alemania 1974 me quedaron atravesados porque trabajaba en radios chicas que no tenían dinero para pagar los derechos. Mi primer mundial es el del 78. Vine a relatar para radio Oriental, de Montevideo. Lo viví a pleno, con enorme felicidad, con la alegría de que se jugaba en la Argentina pero, a la vez, con la enorme frustración de que Uruguay no estuviese, como no estuvo en España 82. Se perdió los dos Mundiales que no debía perderse.
-¿Disfrutó el Mundial de la Argentina?
-Sí, lo disfruté a pleno. Vine a transmitir a la Argentina campeón del mundo. Me pareció que era un resultado normal, que perfectamente Argentina le podía meter cinco goles a Perú. No vi nada raro detrás del resultado porque para mí, insisto, la Argentina campeón del mundo era un final lógico, comprensible. Sí se armó un debate en otro sentido.
-¿En cuál?
-En el puramente profesional, porque inauguré, al menos en este ámbito, las transmisiones «off-tube». Salvo el partido inaugural y los de la Argentina, el resto de los encuentros los transmitimos desde Colonia, con mi equipo. Eso provocó un gran debate en el mundo periodístico de mucha gente que después no tuvo más remedio que hacer las transmisiones así. Y esa fue una jugada mía que salió muy bien, tuvo mucha fuerza.
-Saltemos al Mundial de España 1982.
-Fui con la convicción de que la Argentina era favorita, por mantener el plantel que había ganado el Mundial anterior y, además, con Diego Maradona. Había toda una polémica que envolvía a César Luis Menotti, al equipo, que francamente ya no recuerdo. Y en lo futbolístico un resultado negativo con Bélgica en el primer partido condicionó su marcha en el resto del certamen. En ese partido se perdió todo, no le permitió una progresión y, apenas salió de su grupo clasificatorio, lo que le tocó era terrible.
-Italia y Brasil.
-Exacto. Pero, en lo personal, creo que en España 82 logré uno de los mejores relatos de mi carrera, en la vuelta olímpica de Italia tras vencer en la final a Alemania, porque tiene momentos muy buenos de narración y descripción. Y además estaba el hecho de que a mí me gustan los Mundiales en Europa, los que se juegan en países a escala humana digamos. Detesté los Mundiales en Estados Unidos (94) y Corea-Japón (2002), fui solamente a trabajar.
-Queda hoy la sensación de que esa década, la que incluyó los Mundiales de España 82, México 86 e Italia 90, fue clave en su vida profesional y personal, ¿es así?
-Puede ser, sobre todo porque los Mundiales del 82 y 86 conforman el más alto nivel de la historia del fútbol mundial.
-¿Por qué?
-Por el juego y por la cantidad de selecciones que tuvieron chances y que jugaron bien y que participaron con posibilidades. Grandes equipos. Mayor número de partidos tremendos. La Selección Argentina hizo en México 86 el mejor fútbol que haya visto yo en un Mundial. Y en el de Italia, que casualmente fue el peor de los campeonatos del mundo, es al que vuelvo desde la nostalgia.
-Explique eso.
-Humanamente fue para mí el mejor de los Mundiales porque, primero y la que ya dije, los países europeos te permiten vivir en lugares a escala humana: trasladarte en tren, ir en auto de una ciudad a otra. Ver todo. Estar feliz con la convivencia mientras no hay futbol, feliz con lo que ocurre. Saltar de Italia 90 a Estados Unidos 1994 fue un golpe insoportable, lo mismo que pasar de Francia 1998 a Corea-Japón 2002. Esos Mundiales no me llenaron.
-Pero cómo, en el marco de sus recuerdos, un campeonato tan pobre en lo futbolístico como el de Italia está entre sus preferidos.
-El Mundial fue horrible, es verdad, pero los partidos que Argentina les ganó a Brasil y a Italia son imposibles de olvidar.
Y, para mí, sobre todo el retorno de Nápoles después de ganarle a Italia por penales. Es uno de los episodios más lindos de la vida.
Un grupo de amigos, volviendo felices. La experiencia de entrar a Roma a las tres de la mañana viniendo de Nápoles, y encontrar el silencio más grande que vi en una ciudad en toda mi vida.
-¿Qué otro recuerdo puntual le quedó de ese partido?
-La hazaña completa. Los relatores recordamos los goles por cómo los relatamos. Y los partidos por cómo nos fue, no solamente por los resultados. Ese partido contra Italia era imposible de ganar, ¿cómo ibas a sacar a Italia de su campeonato del mundo? Y Argentina la sacó bien. Fue mejor que Italia. Desde México 86 en adelante, ese fue el único gran partido de Argentina. Y nosotros hicimos una gran transmisión. En esos tiempos disfrutamos mucho porque apareció una comunicación muy fluida con Italia. Fue desde el punto de vista periodístico el más grande trabajo radial que hice con un equipo en mi vida. Se juntó un trabajo impecable con el acceso de la Argentina a la final, más allá del pobre nivel futbolístico del campeonato, y por eso no lo olvido más.
-Después, ya lo dijo, el de Estados Unidos 94…
-… fue un Mundial que no debió jugarse ahí. Los Mundiales deben jugarse en países que tienen pasión real por el fútbol. No me acuerdo ni de los detalles, ni de los partidos. No me sentí cómodo ni me gustó nunca, antes, durante o después. Solamente recuerdo las grandes distancias, de Boston a Dallas, y esas cosas.
-Pero tuvo revancha en Francia.
-Claro, ahí me sentí como pez en el agua. Lo mismo que en Alemania 2006: la pasé genial en Alemania, me llevé una felicidad inmensa en lo personal. Alemania siempre fue muy grata con la Argentina, muy cordial, y yo lo pude palpar allí. En cambio, como dije también, de Corea-Japón tengo apenas recuerdos y lo mismo me pasó en Sudáfrica, el año pasado: no me interesó prácticamente en ningún sentido. No me interesaron las ciudades, ni culturalmente. Después de recorrer los museos donde están las miserias humanas más espantosas que se vivieron ahí, el interés decae. Después no hay nada que prácticamente te diese satisfacción.
-Pero hagamos un repaso desde el aspecto futbolístico.
-Creo, en principio, que hay una enorme injusticia respecto del reconocimiento del seleccionado del 98, dirigido por Daniel Passarella. Quedó eliminado en cuartos de final ante Holanda en un partido que tranquilamente pudo haber ganado. Pero peor es lo de 2002: la enorme frustración de quedar eliminados en la primera rueda se terminó imponiendo a lo que fueron, para mí, cuatro años de gran fútbol de la Argentina. La Selección fue grande como nunca en esa etapa.
-No le importa a usted el resultado del Mundial.
-No, no me importa. Sé que a la gente sí, lo que está vendido es eso. Mi cabeza está hecha de otra manera para evaluar eso. Me quedó un gusto amargo por lo que le quedó a la sociedad futbolística argentina pero no por mí.
-No cambió su valoración por Marcelo Bielsa.
-De ninguna manera. Bielsa sigue siendo para mí un verdadero genio, el mejor entrenador de fútbol del mundo. Pero por escándalo.
Y el más coherente de los directores técnicos. En todos los rubros es un tipo que no tenés manera de vulnerar y sobre todo por su continuidad en sus convicciones a rajatabla en cualquier lado. El va con Chile a jugar el campeonato del mundo y lo juega muy bien. Le juega a Brasil y a España de la misma manera que intentó jugarles a los equipos que son sus iguales o inferiores.
-¿Y qué concepto tiene del equipo de José Pekerman en Alemania?
-También fue un buen seleccionado. Me gustó el fútbol que desplegó Argentina. A veces me da mucha bronca porque lo que se le ve al Barcelona es casi una sobreactuación de una idea, pero la Argentina del 2006 jugaba como España.
-De ese Mundial, entre otras cosas, se recuerda a Lionel Messi en el banco de los suplentes en el partido con Alemania mirando al piso, a un costado. ¿Tiene ese registro?
-Sí, tengo ese registro. Y creo que para Messi fue una gran experiencia. Pekerman quizás cometió un error, pero a Messi le vino fantástico. Pekerman terminó haciendo mucho por Messi. Nunca será valorado ni por el propio Messi pero la lección de vida de haberlo dejado ahí es muy fuerte. Tal vez no le sirvió a la Selección porque creo que no debió privarse de Messi, pero Messi tampoco cambiaba la ecuación decididamente. Me parece comprensible lo que hizo Pekerman.
-Nos resta el de Sudáfrica, con Diego en el banco.
-Iba todo muy bien. Lamenté muchísimo lo que pasó. Si Diego hubiese jugado el Mundial como lo hizo con Alemania en un amistoso de marzo previo (triunfo 1-0, gol de Gonzalo Higuaín), ahí tenía el equipo, la forma de jugar. A Diego lo seduce y lo condiciona en Sudáfrica tener seis delanteros fantásticos. No podés dejar a cuatro en el banco, es demasiado. Entonces se le ocurre jugar con tres y eso que le iba a dar resultado contra rivales más débiles, ante equipos más fuertes era un riesgo.
-Más allá de que en algún momento pudo empatar…
-… cuando estaba 0-1, es verdad, y podríamos estar hablando de otra cosa. El segundo gol de Alemania se produce cuando Argentina merecía el empate. Así lo dije en mi relato. La madre del borrego fue que se saliese del 4-4-2 que le había dado tan buenos resultados. Entiendo por qué lo hizo. Fue de mayor a menor. Ya contra México hubo declinación y triunfo no demasiado justo y fue el anticipo de lo que podía ocurrir con Alemania. No me gustó el descalabro posterior, el sentido autodestructivo que le ganó al equipo después del segundo gol de Alemania.
-Víctor Hugo, en la entrevista anterior hablamos de los relatos emblemáticos de su carrera, pero nos quedó uno en el tintero, con el que nos gustaría cerrar la charla.
-Con cuál.
-El de la «Mano de Dios», el primero de Maradona a Inglaterra en los cuartos de final de México 86.
-Es el que define mi vida como relator.
-¿Por qué?
-Porque es el relato que quiere el espectáculo pero también quiere la objetividad del hecho en sí mismo. Creo que es un portento de relato de criterio independiente. Lo quiero más que al otro que hice ese día, fruto de inspiración, visceral, emocional, pero el relato del gol con la mano está hecho del sentido periodístico que le doy a mi vida, que es el rigor de la incapacidad de ocultar un hecho que no sea conveniente para lo que uno tiene su audiencia, es decir: lo políticamente no correcto.
-Usted dice que fue con la mano.
-Exacto. Y hay una anécdota que después me condicionó muchísimo: le pregunté al aire al ya fallecido compañero y amigo Ricardo Sciocia, que estaba en estudios: «¿El gol fue con la mano?». Y me dice: «El gol fue de cabeza». Me quería morir. Yo había dicho que fue con la mano. Me quedé como un pollo mojado, me quería morir.
-Pero fue con la mano.
-Fue con la mano.
-Entonces, ¿ese gol con la mano qué simboliza en su carrera?
-Simboliza la capacidad para decir la verdad.