Un triunfo monumental que desató una fiesta merecida

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La fiesta fue monumental y merecida. River ganó un partido difícil, interesante, ante un equipo de calidad indiscutida como Vélez y se quedó en lo más alto del torneo. Hoy será el inesperado Lobo de Pedro que, como si fueran parte de una fábula, pueden discutir el liderazgo absoluto de los millonarios. Pero anoche, nadie pensaba en los platenses mientras con los cantos más estentóreos de los últimos años se despedían de un estadio que supo aplaudir un triunfo sin claudicaciones, que mereció ser más amplio, aunque por esas cosas del fútbol, se concretara a raíz de un error del arquero rival.

Pero lo justo es decir que cuando Teo convirtió el gol a la media hora de juego, el equipo de Ramón era claramente mejor que ese, por entonces, anodino Vélez. Así que el pase a Lanzini del arquero Sosa, en uno de los escasos errores que se le conocen –y no atajando– vino a poner las cosas en su lugar. River debía estar en ventaja y Vélez tenía que empezar a jugar de una buena vez. Todo eso sucedió hacia el final del primer tiempo y a lo largo de la parte final. Latentes estuvieron el segundo de River y el empate de Vélez, más lo primero que lo segundo, es cierto, hasta conformar un espectáculo de jerarquía que otorga a River el plus de ser el puntero jerarquizando el campeonato. Lleva siete u ocho partidos de los que este relator fue testigo jugando en niveles destacados, no llevándose de arriba, sin merecerlo, ninguno de los puntos conquistados. Básicamente, el colombiano, con un gran aporte de ese país en las tres líneas, era un día ideal para un tributo futbolero a García Márquez y River se sumó a los homenajes de este día.
Como se computaba hace algunas semanas, el equipo de Ramón parece más entregado a la lucha de lo que podría esperarse. Que Lanzini, otra vez, persiga hasta las barbas de su propio arquero a un adversario trabajando con su cuerpo una pelota que se va por el fondo de la defensa de River, explica también, como el buen juego que viene intentando, esa posición de privilegio en la tabla.
Del lado de Vélez, salvo Allione, volante que impresionó sobremanera, las actuaciones individuales parecieron propias de quienes están con la cabeza en otra cosa, sobre todo en el primer período. Esa frialdad contrastó con el ardor de River, que puso en cada pelota dividida un empeño que su público aplaudió casi con sorpresa. No hubo pelota dividida en la que River no supiera ser el que se llevaba la mejor parte. Podría decirse que adoleció de buena definición, pero en el vientre de la crítica por los goles que se perdió, de los cuales tres se contabilizan en el debe de Lanzini, va también el elogio a la forma de llegar a posiciones de una elevada expectativa. Tribunas repletas, entusiasmo casi contínuo, aceptable partido, un buen puntero del campeonato, más no se podía pedir. Y de eso tomó nota con fervor y alegría una parcialidad que se bancó las malas y tiene derecho a estos goces.
Víctor Hugo