Buenas noticias en días inolvidables

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La aparición del nieto de Estela de Carlotto a poco de comenzar este torneo que sigue al que se llamó Nietos Recuperados. El simbolismo y la paradoja se prolongan: varios equipos, especialmente los dos de Avellaneda, arrancaron levantando impensadas ilusiones. Aunque no son los únicos.

Hubo que llevarlo de la mano, como a un chico al que se lo pasea por el parque de diversiones, mostrándole cuanta cosa hay. Tropezó con la incerteza de su resultado, con la sensación de que no puede superar ninguna marca anterior. El campeonato, bien podría ser un engendro. Sin embargo, muchos comienzos nos parecieron erráticos y más tarde fueron plausible, y en este caso parece que el camino recorrido será otro. Aunque nos cueste ir por caminos nuevos. Si por acá llegaba más o menos bien, para qué voy a cambiar. Mucha gente es conservadora en eso. Le subyuga la repetición de la misma ceremonia.
La cuestión es que la aventura del campeonato está otra vez en marcha, que los domingos recuperaron su estridencia para quebrar ese silencio de suicidio de las tardes vacías. Atrás quedó el Nietos Recuperados, que mire usted cómo vino a terminar. Al país, le faltaba su grito más feliz hasta hoy, y era ese gol de todos. “Guido!, Guido!, Guido!!!, en la justicia que exigen los tiempos, en una aparición memorable, perdonenmé, es para llorar, esperado nieto de Estela, de qué sueños viniste, para que el país sea un puño apretado, celebrando la vida”. Un relato loco de una alegría unánime.
Todo suma. Sigamos así. El nombre del último torneo. El spot de los muchachos de la Selección. La presencia auspiciadora del Estado. No se sabe todavía cómo Guido, Ignacio, vino a dar con nosotros. Habrá que esperar el replay. Nietos Recuperados puede ser el nombre de un torneo de fútbol, pero también es una tarea de todos, todos los días de la vida. Por un tiempo, la cancha está en bajada, y se juega al ataque. Vamos que se puede.
Y con una sonrisa, con Guido sentado en el living de su casa como el jugador más importante de estos días inolvidables, el campeonato se puso a caminar. Para ser la primera fecha no estuvo mal. Nada mal. Hay que tomarle la mano, como a todo.
Pero hubo otros reencuentros.
El de Avellaneda y su pasión, que desapareció por un tiempo: con uno de sus equipos en la caída al abismo más profundo de su historia y el posterior regreso a la vida, a los empujones, con millones de dudas; con el otro deambulando en desesperanzas e ilusiones que, como un espejo del país en muchas de sus épocas, recientes o no tanto, se resolvieron en agrias frustraciones. Pero Avellaneda es una buena noticia, la mejor que nos dio el fútbol en estas horas. Porque Independiente y Racing no sólo golearon: la efervescencia siempre generosa que producen en sus seguidores, esta vez no sólo se debió a la repetición de muchos gritos de gol, sino también de la muy particular sensación, redescubierta, de verse gratificado por el juego atildado, aprendido, sólido, de sus equipos, a pesar de que sigan siendo proyectos en construcción. Ellos unen la mejor expectativa, como unieron la noche fría del sábado con el domingo soleado, como unieron el retorno portentoso de Gaby Milito, guerrero de mil batallas en Italia, ahora con la alegría de un quinceañero, y el debut de Juan Martín Lucero, al que le costará afiatarse pero ya abrió la puerta al conquistar el primero en Primera luego del torbellino de goles que trae del ascenso, en su prometedora foja. Unió la calidad de Marcos Acuña con la camiseta de Racing y la de Claudio Riaño con la de Independiente, como cabales asistidores, gambeteadores de espalda pequeña y fútbol generoso, que traen de otros clubes. Unen la cima de la tabla y también la chapa de favoritos para pelear por el título.
Pero no se las llevarán de arriba. Newell’s demostró en la mismísima Bombonera que tiene en el ADN, la información genética que le inculcaron tipos como Marcelo Bielsa y el Tata Martino y que Gustavo Raggio transitará por el mismo recorrido. Y que puede sacar pecho de tener en un mismo plantel la tesón de Lucas Bernardi, la sagacidad de Maxi Rodríguez, el picante de Darío Scocco y la frescura del pibe Mauricio Tevez, que no tuvo empacho en repartir una extraordinaria desfachatez en ese ámbito, tal vez porque recibió el influjo del otro Tevez, se puso las sábanas de los fantasmas que pululan por esos rincones y demostró que el equipo de la camiseta sangre y luto, con ellos cuatro más el resto, muestra los dientes como para ser un candidato que pague alto lo que se apuesta por él.
Distinta se presenta la vida para Boca y River. Para el Xeneize el torneo puede convertirse en una pesadilla si no retoma la senda que lo vio al final del anterior. El horizonte del Millonario no parece mucho más despejado, salvo que la apuesta por los juveniles, como la que debe asumir Gallardo, casi por obligación, a la larga, si se le tiene la debida paciencia, suele da buenos resultados. Y si encima, hablado de recuperaciones, lo recupera a Teo y a Mora…
A veces la vida da sorpresas y, como entonara Serrat, te besa en la boca. Podríamos habernos aprestado a acostumbrarnos a convivir con la realidad impostora de los resultados, con las flaquezas que se prometen mejorar, con equipos que la memoria no repite de corrido por la cantidad de nombres nuevos, una y otra vez, como primera de las dificultades de todo comienzo. Pero la realidad dio buenas noticias. A la sociedad. Al hincha, en las tribunas. A los muchachos de la redacción en la locura del cierre, en la búsqueda de los títulos, con Ignacio Guido sobrevolando cada idea.