Un final de película

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Dos avivadas de Riquelme y la tarde cambió para siempre. Primero era derrota, después empate con sabor a nada… Terminó siendo una victoria de esas que alimentan la ilusión.

Partido para relatores. Ideal para los hinchas de Boca que vieron la película que más les gusta, esa del libreto que marca no saber nada hasta el final, hasta la última imagen, cuando la pelota ya sin sol viaja por el aire gris hacia el área rival.Como la última bola del casino cuando uno se está jugando las fichas que le quedan, y la pelota y la bola giran en la palangana en sombras de la cancha, para que te canten un gol pleno del Cata Díaz y sentir que te salvás otra vez, que tenés con qué seguir soñando, que te volvés en bondi por lo menos…

Boca quedó a dos puntos de Newell’s, al cabo de una tarde en la que perdía injustamente por culpa de un gol en contra en un tímido ataque de la gente de Victoria. Estuvo siempre para meter el segundo antes que el primero de los goles, pero también sufrió algunas contras en las que hasta el línea Sorati debió jugar por los superados zagueros xeneizes cuando Tigre se iba a poner 2-0.
O sea que Boca ganó muy bien, pero Tigre perdió mal, porque el juez del costado le cobró un offside inexistente a Janson, en una jugada que le pasó al lado como el subte cuando uno está ansioso por subirse.
Con diez hombres, Tigre defendió hasta los 35 del segundo tiempo un resultado de tintes heroicos, mostrando una garra que disimuló sus carencias, con cada jugador convertido en un verdadero Leone, tomado este como ejemplo del espíritu con el que encaró el partido a medida que el sol de primavera se quedaba rebotando en la última pared de La Bombonera.
Dos aciertos de Riquelme en la habilitación: el último, el centro para que el Cata Díaz ganara el partido, con una justeza como la que no tendrían muchos humanos si quisieran poner la pelota con las manos  en la cabeza del defensor como Román la puso con su pie. Dos aciertos de Riquelme que sellaron como el trámite de un pasaporte una película de espías, un partido perfecto para los inchas de Boca, a muchos de los cuales se los vio como si lo único que tuviesen en la vida fuese ese amor bostero.
Lo que el juego no conseguía, aun poniendo mil delanteros como puso Bianchi, se consiguió con los lanzamientos de Riquelme, astuto en el primero pasándosela a Paredes desde un tiro libre, con todo Tigre metido en el área para devolver el presunto centro de Román, y artístico, genial en el segundo, cuando decidió que sería el Cata el héroe de la jornada con su cabezazo de manual, abajo y a un palo del arquero Javier García.
Decirle al hincha de Boca que la defensa jugó mal, que cada contra de los muchachos de Fabián Alegre pudo ser gol, es faltar a la delicadeza del reconocimiento al que aspiran.Cuando estaba por despedirse de todo, con el técnico agotando el stock de delanteros, con Riaño, Blandi, Cangele, Gigliotti, Martínez, más Riquelme y Paredes, fueron los volantes y un defensor los que hicieron el aguante y los goles. Tigre tuvo un gran arquero en el primer tiempo, y fue víctima del laiman en el segundo. Estuvo siempre muy atrás porque era claramente inferior, más que por asumir un plan estratégico ultradefensivo. Estuvo muy cerca de una hazaña que hubiera sido un batacazo como el fallo de la Corte con la Ley de Medios, pero al final, tanta porfía terminó con el partido adecuándose a lo que debía ser. Y si los gritones relatores estaban de parabienes, los comentaristas poco tenían para decir salvo que “la constancia de Boca merece el empate, pero ojo con la contra…”
Nada cómodo es ahora el final del torneo para Newell’s, San Lorenzo y Arsenal, si gana hoy. Que Boca se agrande es un peligro para todos. A la mesa se sientan cuatro y anda Lanús diciendo que también tiene un ticket para que junten un poco las sillas y hagan otro lugar. Y entonces el plato que se sirve no será el más sofisticado del mundo, pero sirve para pucherear como buen pobre. Si quiere emociones fuertes, incertidumbre y paridad hasta el final, hay que venir al sur. Un partido como el de ayer alimenta la ilusión del fútbol como espectáculo. Y si es de Boca, la tarde se torna inolvidable. Por lo sufrido, por el final y por Riquelme que celebró el cumpleaños número 17 de su debut, sacándole lustre al bronce del que está recubierto hace bastante tiempo en el museo del club.
Vïctor Hugo