Lo que le dije a un tipo

  Fue en un avión. Una buena charla con quien, dentro de ciertos parámetros sociales, llamaríamos un buen tipo, un hombre de buenas intenciones. Era alto directivo de una empresa que anunciaba en el fútbol hace unos años.

  Cree en la ‘teoría de los dos demonios’ en la discusión sobre los Derechos Humanos. Quisiera cambiar de lugar la Villa 31 porque es penoso verla así desde la autopista. Tiene un buen plan para ello: llevarla a otro lado y ofrecerles lindas casitas, un buen barrio.

  Lee sólo La Nación. Ve TN. Detesta la corrupción del Gobierno. Los modos. Sabe que Moreno es honesto pero es un grosero. De Papel Prensa dice que el Gobierno debería poner otra planta y chau.

  En la charla se me escapa señalar «una persona de derecha como vos…», y me aclara que no, que es «de centro, no de derecha»; y una vez mas advierto que ellos no tienen buena opinión de la derecha, aún si tienen ideas de derecha.

   La conversación es amable, aunque empieza fingiendo que no sabe mucho de mí en la actualidad. Yo lo dejo.

 -«Seguís con el fútbol.»

 -«Si.»

 -«¿Y que mas?»

 -«Tengo alguna cosita más en radio y en tele».

 Cuando ve que no suelto prenda, se sincera: -«¿Sabes que sensación tengo? Que no estas siendo objetivo».

 Me crucé de piernas para su lado.

-«Aha. ¿Y cómo es eso?»

-«No sé, parece que no le ves nada mal al gobierno. ¡Con respeto, eh! Mirá que siempre te tuve por un buen periodista. Pero, ahora, qué sé yo… ¿lo ves tan bien al gobierno?», me dice.

-«Mirá, salvo que ésta semana le pegué por la ley antiterrorista, la lenteja en el tema de la despenalización del aborto…»

-«¿vos estas a favor del aborto?

-«no, en contra… pero estoy a favor de la despenalización; después vamos con eso.

Recapitulo: ley antiterrorista, despenalización, reparto de ganancias estoy del lado del proyecto Recalde, o sea que en eso voy con Moyano, que ahora es la vereda de enfrente, al parecer…»

Me mira como diciendo «ah, bueno».

-«Le critico que no fije una posición clara con respecto a la minería, no me gusta la relación con algunos gobernadores, que en el fútbol para todos no pongan más publicidad de campañas útiles a la población.

¿Vos escuchas la radio, en serio?», le pregunto.

-«De cualquier forma yo no sé si vos sos conciente de que antes todo el mundo te quería y ahora hay una franja muy grande que te retiro el afecto, por decirlo de una manera.
Me da pena,  cuando hablo con mis amigos, todos dicen lo mismo.

Te lo digo con todo respeto porque se quien sos. Pero para la gente hoy día…

-«¿Puedo decir algo?»

Me dedica un gesto de «¡Cómo no! Estás en tu derecho.»

Entonces le digo al tipo: -«A lo que hay que animarse es a romper con la adicción a la aprobación.

Cuando hablamos de lo de Papel Prensa te pedí que miraras mi página, que al menos yo tengo la Ley publicada, y que cuando la vieras, te asombrarías de cuánto se parece a lo que vos señalabas como ideal. ¿Pero sabés lo que pienso? Que no la vas a buscar, que no querés saber nada con eso. Porque vos estás cómodo pensando como pensás. No podés correr el riesgo de aceptar lo contrario. Porque no estás dispuesto a sentarte con tus amigos y decirles que la cosa no es tan así…

Te meterías en una discusión inútil. ¿Y para qué? ¿Para que te vean como bicho raro? ‘¿Qué le pasa a éste pibe, ahora? ¿Enloqueció? ¿Consiguió algo del Gobierno?’, dirían de vos.

Entonces te quedás en el molde, en la superficie. Es tu mundo, y en ese mundo te relacionás con códigos de convivencia; no con verdades, o con su búsqueda más abajo de la superficie.

Estás grande. Tenés casi mi edad. ¿Para qué corno vas a buscar la incomodidad si ya tenés el mundo que te aprueba?»

Terminamos bien. Nos despedimos cordialmente. Lo que por la música de la frase llamo «un tipo», es un buen señor.

Me perdí más de cien páginas de lectura, y lo lamenté un poco. Pero me agradó el ejercicio de la discusión.

 Los que piensan como él sean taxistas o abonados del Colón, sólo me muestran su disgusto. Te miran. Los ves que te miran. Es lo que estaban esperando. Entonces, retiran sus ojos con un sólo y firme cierre de los parpados.

 ¡Las cosas que hay que ver!

Por lo menos este amigo, se sacó el gato negro de adentro.

Me parece verlo en su próxima cena, cuando cuente su versión de lo que yo cuento aquí:

-«Buen tipo, yo sé que cree en lo que piensa; pero está fanatizado, pobre, entendés?»

Ya con eso, va a tener problemas esa noche.

Víctor Hugo